No se pueden permitir las vías de hecho para imponer cambios

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EDITORIAL


El editorial que hemos decidido publicar hoy es concerniente a cómo se ha vuelto natural, lastimosamente, la violencia, el vandalismo, el terrorismo y toda clase de acciones que van en contra del orden, de las normas, de las leyes, de una armonía que las personas deberían no solamente entender, respetar sino acatar porque es lo único que nos permite entendernos y convivir en una sociedad tan diversa, libre; sobre todo en una región como la nuestra con tantas dificultades, más ahora en medio de una pandemia.

Entendemos la fragilidad de un país como Colombia, somos conscientes de los rezagos que tenemos en distintos frentes como nación, pero también sería de miope no resaltar y aplaudir los esfuerzos que se han hecho, y han sido contundentes, para tener un país que pasó de ser considerado un Estado fallido a una economía emergente, y a una nación líder de su región.

¿Nos faltarán hacer reformas?, claro que sí; ¿nos faltarán hacer cambios estructurales a nuestro sistema político, judicial?, claro que sí; pero que nunca jamás se puede permitir ni normalizar que las vías de hecho sean el camino indicado para imponer los cambios que algunos quisieran ver. Para esos cambios, se ha establecido el sistema democrático que permite a cada ciudadano que su opinión, su decisión, su voto, valga lo mismo que el de cualquier otro ciudadano; no hay distinción de raza, sexo o ideológica. El voto de todos vale por igual.

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Si los colombianos están en mora de tener mejores gobernantes es porque están votando mal, esto tendrá malas consecuencias. 

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Queremos rechazar de nuevo, y no nos cansaremos de hacerlo, las acciones delincuenciales, terroristas que se han cometido en varias ciudades del país. Es tan terrorista y criminal degollar a una persona con un cable, como abusar desde una posición de poder a un manifestante.

En este medio de comunicación jamás avalaremos la mala utilización de las herramientas públicas, el mal proceder de las fuerzas del orden, pero muchísimo menos avalaremos que la protesta, consagrada en la Constitución como un derecho fundamental, se convierta en una protesta terrorista, delincuencial, que secuestra buses, que incendia policías, que bloquea vías y que afecta directamente a un país.

No podemos permitir que se naturalice, que se normalice ver incendiar las ciudades sin que nadie haga absolutamente nada.

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