Nos quedaron grandes las obras de infraestructura en Colombia

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EDITORIAL

No se trata de ser antipatriota ni alimentar una crítica ligera o sensacionalista hacia nuestro país, se trata de fijarnos en la verdad, en los hechos evidentes y en la necesidad de tomar decisiones responsables, profundas y transcendentales


Colombia tiene grandes falencias en campos científicos, de desarrollo, productivos y competitivos. En los últimos años el Gobierno de Juan Manuel Santos hizo grandes esfuerzos por sacar a Colombia del letargo en el que se encontraba en materia de infraestructura.

Ha habido esfuerzos loables pero insuficientes, como todo lo que se hace. No solamente estamos muy retrasados, sino que hemos demostrado que la combinación de corrupción, mediocridad, improvisación y una topografía bastante compleja, no van a permitir que la mayoría de obras que necesita el país, salgan a flote.

Una de las soluciones – como las ha adoptado Panamá o incluso México – es empezar con una política clara y amplia de concesiones; alianzas público privadas con grandes constructores a nivel mundial.

Claramente las personas tendrán en su memoria el caso de Odebrecht, y vale la pena ser justos; más allá de los hechos de corrupción que son completamente detestables y los rechazamos enfáticamente, Odebrecht era una empresa que cumplía con todas sus obras, lo cual demuestra que las empresas privadas son mucho más rigurosos para llevar a cabo esta clase de proyecto, por lo cual el estado tiene que funcionar como garante y, sobre todo, como ente supervisor de que los privados siempre actúen en todos los marcos de legalidad y en beneficio de las comunidades.

Hemos tenido episodios cercanos, desde los más pequeños hasta los más grandes, como deprimidos absolutamente cortos u otros medianamente grandes: El intercambio de la calle 100 en Bogotá que se inundaba, el deprimido de la Inferior con los Balsos en Medellín, el Túnel de la Línea, el Túnel de Oriente, el Túnel de Crespo en Cartagena; gran cantidad de proyectos que de distintas perspectivas, han tenido bastantes inconvenientes.

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Hay otros que distan de temas de infraestructura vial, pero que han tenido relevancia, como el proyecto de Hidroituango, donde EPM como constructor, tuvo bastantes errores. En segundo lugar, tenemos edificios que se han demolido; el Edificio Space y Bernabento en Medellín

El colapso del puente Chirajara en enero del 2018, la doble calzada Bogotá-Villavicencio, El Edificio Blas de Lezo en Cartagena, las estructuras del Estadio Guillermo Plazas Alcid de Neiva, el puente peatonal de la Carrera 11 con calle 103 en Bogotá, o en otros casos, el Metro de Bogotá que al parecer va a ver la luz al final del túnel, pero sigue con problemas.

Llevan entre 50 y 60 años prometiéndole a los bogotanos un metro que apenas pareciese, fuera a llegar, esto tiene que plantear una solución, tiene que llamar a una profunda reflexión a todos los gobiernos – a los locales y a los nacionales – para ser más sensatos, a confiar en la empresa privada y a ser rigurosos con la contratación.

Las universidades colombianas tienen que hacer una reestructuración seria y necesaria en sus planes académicos, en sus pensum; revisar la forma en cómo están evaluando a los estudiantes. Las firmas de ingeniería tienen que ser mucho más rigurosas con sus auditorías. La utilización de materiales de baja calidad para aumentar la rentabilidad, está cobrando vidas humanas, un ejemplo reciente es el colapso del puente Bogotá-Villavicencio, el presidente dijo muy olímpicamente, “arreglen la vía” y cogió un avión y se fue para Londres.

Este tema es preocupante, porque no solamente se pierde mucho dinero sino que la imagen de la construcción colombiana ha quedado por el piso a nivel nacional y mundial. Es bueno que no solamente desde el ministerio de transporte, sino desde cada uno de los despachos regionales encargadas de la infraestructura, sea a nivel departamental o municipal, empiecen a cambiar el chip, porque ya podemos confirmar que construir obras de infraestructura, le quedó grande a los colombianos.

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