Oferta y demanda electoral

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Las cifras confirman que mientras más distante es la relación entre el votante y el candidato, mayor es el número de blancos e inválidos.


Por: Miguel Gómez Martínez

Hay que leer los recientes resultados electorales con más detalle para apreciar algunos de los problemas estructurales de nuestra democracia.

A pesar de que se registró una mejor índice de participación, que alcanzó el 61 por ciento para los casos de las votaciones para alcalde y gobernador, los datos de los votos en blanco, nulos y no marcados también merecen una atención pues expresan también una actitud frente a las opciones que se presentan a los ciudadanos en los comicios.

El censo electoral colombiano es de 36,6 millones de personas. De ellos un 39 por ciento de votantes potenciales (14,3 millones de personas) no participaron el día de elecciones. A los que se abstuvieron hay que sumar dos tipos de electores.

Están los que votaron en blanco, que son votos válidos pues expresan una postura política de inconformidad con las candidaturas disponibles. Pero también están los votos sin marcar y los nulos, que son significativos, y que reflejan problemas con nuestro sistema electoral y, en muchos casos, un profundo desprecio por el sistema democrático.

Los nulos pueden ser de personas que, luego de más de 27 años de instaurado el sistema del tarjetón, siguen sin poder manejar este sistema de voto. Los votos no marcados son, en su inmensa mayoría, personas que van a votar para obtener el certificado electoral que les garantiza una serie de beneficios, dentro de los cuales está media jornada de ausencia justificada de su trabajo. Para estos últimos, la democracia no significa gran cosa pues sólo les interesan los beneficios dispuestos en la ley para estimular la participación del elector en los comicios.

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Las cifras confirman que mientras más distante es la relación entre el votante y el candidato, mayor es el número de blancos e inválidos. En las elecciones de alcaldes participaron 21,2 millones de votantes.

Las papeletas en blanco fueron 1,1 millones (5,1 por ciento), las no marcadas 600 mil (2,6 por ciento) y los nulos 400 mil (1,8 por ciento).

Para las Juntas Administradoras Locales, un figura que existe en las grandes capitales, el número de votos en blanco se dispara y representan el 30,5 por ciento del total, lo no marcados el 10 por ciento y los nulos el 4,2 por ciento.

En total de personas que participaron en los votos por las JAL, el 45 por ciento no manifestaron su preferencia por ninguna de las opciones. Resulta irónico que sea en la elección de los ediles, que deberían ser el contacto más cercano entre el ciudadano y el elegido, se presente el menor número de personas participando.

Para las Asambleas Departamentales se registra un fenómeno similar donde los votos blancos (16,4 por ciento), los no marcados (11,6 por ciento) y los nulos (4 por ciento) equivalen al 32 por ciento de las personas que se presentaron a las mesas de votación. ¡Esto es más de 5,5 millones de personas!

La democracia no es ni será nunca perfecta. Pero que millones de colombianos que van a las urnas manifiesten de esta forma su inconformismo es algo muy preocupante.

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