Por: Horacio Serpa
Escuché atentamente la entrevista radial que le hizo Caracol al expresidente Alvaro Uribe. Interesante, sin duda, buenas preguntas, ágiles y prolongadas respuestas, argumentos políticos cien veces repetidos, y la conocida facilidad del exmandatario para manejar los planteamientos de manera tal que siempre aparezcan dándole la razón. Ninguna cosa nueva, en un debate nacional en el que el uribismo de todas las condiciones dice lo mismo y lo repite docenas de veces en el propósito de volverlo verdad, así sea increíble y estrambótico.
Es lo que ha pasado con el cuento de que el Presidente Santos y su gobierno van a implantar un régimen castro-chavista, es decir, comunista, autoritario y unipartidista en el que se acaba la libre empresa y el Estado sea único propietario de la tierra y el capital.
¿Comunismo con un burgués como Santos a la cabeza, con el derechismo de Germán Vargas haciéndole la segunda, acompañados por el centrismo y la ecuanimidad de Humberto de la Calle, con la escolta de los generales Mora y Naranjo? Como dicen en España, ¡joder! Pero muchos, atolondrados por el fanatismo antifarc, se han tragado tamaño anzuelote.
Lo mismo pasa con el argumento de la impunidad, sin detenerse a averiguar qué es la Justicia Transicional y sin verificar que en nuestra Justicia Ordinaria, por desgracia, llegamos hasta el 95% de impunidad en la rama penal. En lo de participación política ocurre igual, metiéndole miedo a la gente con el fantasma de Timochenko en la Presidencia de la República, sin mirar el mundo ni nuestra propia historia — -por ejemplo la guerra de los mil días y el sangriento episodio de la violencia partidista hace 70 años– – y desconociendo, a veces con maldad, la naturaleza del conflicto que se pretende acabar. Dicen los del NO, energúmenos a veces, como argumento destructor de la otra opinión contraria, que los de las Farc “no son unos angelitos”.
Escuché atentamente la entrevista radial que le hizo Caracol al expresidente Alvaro Uribe. Interesante, sin duda, buenas preguntas, ágiles y prolongadas respuestas, argumentos políticos cien veces repetidos, y la conocida facilidad del exmandatario para manejar los planteamientos de manera tal que siempre aparezcan dándole la razón. Ninguna cosa nueva, en un debate nacional en el que el uribismo de todas las condiciones dice lo mismo y lo repite docenas de veces en el propósito de volverlo verdad, así sea increíble y estrambótico.
Es lo que ha pasado con el cuento de que el Presidente Santos y su gobierno van a implantar un régimen castro-chavista, es decir, comunista, autoritario y unipartidista en el que se acaba la libre empresa y el Estado sea único propietario de la tierra y el capital.
¿Comunismo con un burgués como Santos a la cabeza, con el derechismo de Germán Vargas haciéndole la segunda, acompañados por el centrismo y la ecuanimidad de Humberto de la Calle, con la escolta de los generales Mora y Naranjo? Como dicen en España, ¡joder! Pero muchos, atolondrados por el fanatismo antifarc, se han tragado tamaño anzuelote.
Lo mismo pasa con el argumento de la impunidad, sin detenerse a averiguar qué es la Justicia Transicional y sin verificar que en nuestra Justicia Ordinaria, por desgracia, llegamos hasta el 95% de impunidad en la rama penal. En lo de participación política ocurre igual, metiéndole miedo a la gente con el fantasma de Timochenko en la Presidencia de la República, sin mirar el mundo ni nuestra propia historia — -por ejemplo la guerra de los mil días y el sangriento episodio de la violencia partidista hace 70 años– – y desconociendo, a veces con maldad, la naturaleza del conflicto que se pretende acabar. Dicen los del NO, energúmenos a veces, como argumento destructor de la otra opinión contraria, que los de las Farc “no son unos angelitos”.