La buena oposición además es una escuela de viabilidad política, donde se van conformando ideologías por contraposición y donde se van consolidando programas que luego pueden defenderse llegados al gobierno de turno, pues han madurado al otro lado del rio político.
Por : Misael Cadavid MD
La oposición política, una lupa que no es nueva del régimen constitucional de 1991,ni siquiera es una institución política colombiana, pues tiene sus raíces en la Grecia clásica, cuna de la Democracia, ejercida con decencia, inteligencia, sinderesis y al margen de intereses variopintos es el mecanismo más idóneo de estabilidad democrática.
La labor de la oposición, además de su imprescindible vocación de gobernar, es la de inspeccionar de cerca al gobierno de turno, controlar su procesos, ser un contrapeso, una alternativa, una esperanza de transparencia y la de denunciar a instancias judiciales cuando sea necesario.
La buena oposición no es la que busca entorpecer, poner palos en la rueda ni frenar y menos aún la que se hace con maquillaje malsano o desde tribunas de opinión fleteadas por grupos económicos o políticos, sino aquella que busca la transparencia en su labor, proponer alternativas edificantes y aportar la crítica constructiva y su importancia radica en que si hay una buena oposición, la garantía de la legalidad está asegurada.
Tengamos en cuenta que no son los jueces ni los fiscales los que están día a día en los consejos de gobierno, es por esto que los líderes de una oposición inteligente deben ser permanente una sombra que representa a una población que no por haber perdido, pierde funciones, sino que gana la oportunidad de garantizar el cumplimiento y la legalidad de las acciones de gobierno.
Además desde el punto de vista de la eficiencia, es mucho más rápida una intervención política y una solución consensuada en el seno de una corporación pública llámese asamblea, concejo o congreso, con la oposición que un largo y tortuoso procedimiento procesal.
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La buena oposición además es una escuela de viabilidad política, donde se van conformando ideologías por contraposición y donde se van consolidando programas que luego pueden defenderse llegados al gobierno de turno, pues han madurado al otro lado del rio político.
Dice nuestra Constitución que los partidos son instrumentos para la participación política, y es cierto, pero hemos de interpretarlo en toda su extensión y esto toma grosor cuando se refiere a que los partidos políticos como personas jurídicas forman y manifiestan la voluntad popular, o lo que es lo mismo, el sentir de la calle.
La canalización de la opinión disidente y contraria a un gobierno es fundamental para la homeostasis democrática y es una muy buena opción, empezando en la oposición y no en otros movimientos inconstitucionales o no previstos que al final se sitúan fuera de la legalidad, de ahí la necesidad de que toda la crítica popular existente contra un gobierno se identifique con alguno de los partidos de la oposición.
Una buena oposición es la que además hace que se ganen o pierdan unas elecciones, pues es el trabajo cuatrienal consistente el que queda en la memoria del electorado y no una efímera euforia de una campaña.
En definitiva, si queremos conocer la salud democrática y la predicción de estabilidad de un país, fijémonos en sus formaciones políticas en la oposición.
Hoy más que nunca, las democracias están ávidas de una oposición fuerte, con propuestas reales pero que sobre todo actúe como contrapeso a los gobiernos que no paran de restregar en la cara de los ciudadanos que la división de poderes, la democracia y el Estado de Derecho se dará cómo y cuándo ellos lo permitan.
La situación nacional está polarizada, más bien radicalizada y sin el contrapeso que significa la oposición se pierde cada vez más la posibilidad de que las vías que se implementaron a lo largo de los años se pierdan para quizá no volver.
Hacer y ser oposición no es tarea fácil, pero es responsabilidad de todos exigir que se respeten las reglas del juego, pero para ello es imprescindible alzar la voz desde donde nos encontremos. No es posible obtener resultados distintos haciendo siempre las mismas cosas, es momento de aceptar que se tienen que plantear nuevas metas; la sociedad se los demanda es momento de acudir a su llamado.