Por: Rudolf Hommes
Después de haber gastado mucho tiempo y esfuerzo, innumerables artículos, presentaciones y discusiones con miembros del Gobierno al más alto nivel, me había resignado a que el desarrollo de la Orinoquia, una de las regiones más promisorias para el futuro económico y productivo del país, no era un sueño realizable a corto plazo por falta de interés o de compromiso del Gobierno.
La izquierda también ha estado tradicionalmente opuesta a ese desarrollo. Lo ven como un vehículo para inducir una mayor concentración de la tierra y un desarrollo capitalista más dinámico en una región en la cual ellos quisieran propiciar exclusivamente una economía campesina. No parecen tener en cuenta las enormes dificultades que esto implicaría ni la pérdida de oportunidades de generación de empleo y de mayor producción que traería consigo la inversión privada.
Me llamó la atención entonces que la Universidad de Purdue y la de los Andes anunciaran una presentación sobre el progreso de la investigación contratada por el DNP que desarrollan en asociación con otras universidades, Corpoíca y otras instituciones, y asistí a la reunión con la esperanza de encontrar noticias alentadoras. Una de ellas fue que la investigación no se concentra solamente en el área de la altillanura, sino que se extiende a toda la región, que incluye siete departamentos: Arauca, Casanare, Meta, Vichada, Guaviare, Guainía y Vaupés.
También han desarrollado proyectos piloto para producir diversos bienes, algunos de los cuales se pueden desarrollar en fincas pequeñas y medianas, con lo que se abre la posibilidad de que el desarrollo del área no sea exclusivamente para grandes propiedades y cultivos de agricultura comercial. Es viable que se establezcan unidades de producción de varios tamaños, incluidas las fincas familiares, diversas formas de organización y de producción que crearían una oferta local diversificada de productos agropecuarios (cítricos, piña, otros frutales, alimentos para la población local, arroz, porcinos, piscicultura, cacao, caucho, palma africana, nueces y, por supuesto, maíz y soya en grandes extensiones).
Lo más interesante de la reunión fue la presentación que hizo Luis Carlos Sarmiento padre de su sueño sobre el futuro de la Orinoquia, región a la que se refirió como de esperanza para la economía colombiana en el futuro. Él no se explica cómo Colombia le ha dado la espalda tradicionalmente a esa región, donde existen tantas oportunidades de producción y que ofrece la posibilidad prácticamente de duplicar el área cultivable del país en un territorio con abundantes recursos hídricos y todo tipo de posibilidades de desarrollo.
Suponiendo que en esa área se pudiera producir tanto como en el resto del país, un poco menos, o un poco más, estimo que se tendría la posibilidad de aumentar el PIB entre 5 y 10 por ciento en forma permanente. Esto generaría un aumento en el empleo de las mismas proporciones, lo que implicaría una caída abrupta del desempleo, la migración paulatina de trabajadores y emprendedores del centro del país y un incentivo a la inversión privada que se extendería por un largo tiempo.
Pocos países tienen la oportunidad de encontrar en alguna etapa de su desarrollo territorio escasamente habitado para expandirse. Brasil está beneficiándose todavía de esa expansión que lo ha convertido en una potencia exportadora de bienes agropecuarios. Colombia ha desaprovechado esa misma posibilidad, hasta ahora. La carretera de Bogotá a Villavicencio ha abierto la puerta para facilitarlo, acercando todo ese territorio al mayor mercado de Colombia. Ahora hace falta que se adelante con imaginación financiera la construcción de la carretera entre Puerto Gaitán y Puerto Carreño para poner ese sueño a producir.