Por: Juan David García Ramírez, politólogo
No debería llamar la atención o escandalizar ni sorprender a nadie que Nicaragua se haya consolidado como un régimen totalitario, no es como lo llaman muchos representantes de Naciones Unidas, de la Unión Europea, medios de comunicación en varios lugares del mundo, que señalan: avanza el autoritarismo en Nicaragua, o avanza el autoritarismo en Venezuela. No, lo que avanza es el totalitarismo.
¿Qué es el totalitarismo?, ¿qué es un régimen totalitario? Es un sistema que asume el control total de la vida de las personas, de la sociedad, a través del ejercicio arbitrario y violento del poder político; asumen el control de los medios de comunicación, de la libertad de prensa y de expresión, de la libertad económica a través de un fuerte aparato represivo.
Eso es lo que ocurre en Nicaragua en este momento debido al ascenso de Daniel Ortega al poder en el año 2007, pues lo único que han hecho es profundizar y consolidar una dictadura comunista heredada de la revolución sandinista de 1979. No había tenido la oportunidad de emprender las reformas propias de una revolución que destruyen tanto el tejido productivo como el social y político al punto de que en la actualidad Daniel Ortega ha perdido toda capacidad de discernimiento.
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Comete toda clase de atropellos contra la sociedad y contra la oposición política justo cerca de las próximas elecciones presidenciales en noviembre, tengamos en cuenta que si fuera solo un régimen autoritario habría persecución a la oposición, pero no, ahora, por ejemplo, han encarcelado a Cristiana Chamorro, hija de la expresidenta nicaragüense Violeta Chamorro.
También han comenzado a utilizar el aparato judicial para perseguir a otros candidatos y precandidatos presidenciales que por supuesto si están haciendo esas persecuciones es porque temen perder las elecciones, sabe Ortega que no tienen ninguna legitimidad, sabe que el apoyo popular a su revolución sandinista es cada vez menor porque finalmente la sociedad se ha dado cuenta que pierde libertades, pierde la posibilidad de vivir en una sociedad próspera y abierta, y por el contrario lo que tiene hoy Nicaragua es un país prisión.
Sacar de circulación a los candidatos opositores es la forma en que Daniel Ortega demuestra que quiere atornillarse en el poder y no dar la mínima oportunidad para que haya una competencia seria, abierta y transparente.