Por: Wilmar Vera Zapata
La estadística es el arte del engaño. Como la magia. Si usted tiene dos vacas y yo no tengo ninguna, estadísticamente ambos poseemos una. Por eso, no deja de ser debatible los datos que columnistas y analistas toman para justificar o ensalzar los logros y el legado de los expresidentes. Hace poco, una de estas analistas publicó un informe bien graficado del país que el mandatario de la tercera y cuarta letra del alfabeto dejó para las nuevas generaciones, asegurando que sus detractores somos una legión de “enceguecidos” por el odio y las noticias falsas.
No es así. Enceguecidos no somos. Somos críticos, no tragamos entero, y vemos el panorama de forma amplia y general, sin esconder la porquería debajo de la alfombra o siendo maniqueos a la hora de evaluar los logros y perjuicios de los gobernantes. Por eso, usando una metodología similar, quiero mostrar la pesadilla que dejó el jefe del actual inquilino de la casa de Nari durante esos ocho años que sirvió para demostrar quién era en realidad, aunque siendo gobernador ya se sabía el talante de dirigente.
Dice la columnista que no es cierto que se incrementaran las muertes en el país con la aplicación de la Seguridad Democrática. Sin duda el desangre producto del accionar bárbaro de las guerrillas sembraron de muerte y destrucción el campo y las ciudades. No se niega el papel destructivo de vidas y bienes que esa organización generó a millones de colombianos y que, en el marco del Proceso de Paz de La Habana, han cumplido con contar su verdad, buscar reparación, pedir perdón y están a la espera de la condena por parte de la JEP.
Entre 2000 y 2009 se realizaron 677 masacres, de las cuales 320 fueron durante el gobierno del presidente que le devolvió la paz al país y 386 tras la negociación con los paramilitares. O sea, 706 masacres en ese periodo, con más de 3.700 víctimas, eso sin contar los asesinatos grupales por parte de unidades de la Policía y el Ejército. Ver: https://ail.ens.org.co/opinion/los-colombianos-de-bien-y-los-logros-de-la-politica-de-seguridad-democratica/
La ilusión de la seguridad se levantó, como los templos de los chibchas, sobre sangre de inocentes. La terrible cifra de 3.000 o 6.402 (según otras fuentes) crímenes del Estado, muchos de ellos jóvenes desempleados que, con engaños o amenazas, fueron asesinados por la Policía y el Ejército para subir las cifras que dieran la ilusión de que la “guerra contra las Farr” se estaba ganando, es un capítulo de vergüenza institucional y nacional. Fueron vidas segadas que no se pueden minimizar y que en un país decente sus responsables sí deberían estar en la cárcel por torcer el Estado de Derecho, incluso al jefe que dio la directriz y hoy se siente engañado por esos soldados ignorantes y brutos. Ver: https://www.hrw.org/sites/default/files/supporting_resources/directive_1_fp.pdf
Como si fuera poco, la “gente de bien” -como se hacen llamar ahora- logró incrementar su patrimonio gracias a la minirreforma agraria realizada en ese periodo, como bien lo recordó Mancuso ante la Comisión de la Verdad, terrenos que hoy buscan ser legalizados por los “compradores de buena fe” que aprovecharon el gangazo de hectáreas a precio de huevo. Bersarión Gómez Hernández, de la Universidad Libre, publicó una investigación donde demostró que en la escala Gini, el 0.85 de la población colombiana tiene el 52% de la tierra más productiva, despojo ayudado por Estado con alianzas con actores armados; lo que significa que en materia de desigualdad somos campeones y que el conflicto ayudó a que los ricos fueran más ricos y más terratenientes, a costa de millares de campesinos. Ver: https://www2.javerianacali.edu.co/sites/ujc/files/node/field-documents/field_document_file/latenenciadelatierraylareformaagrariaencolombia.pdf
DEL MISMO AUTOR: Perros sin dientes
Los ataques a poblaciones civiles se redujeron, sin duda, por la coordinación de las Fuerzas Militares entre ellas mismas y con unidades combinadas para replegar el actuar de las guerrillas. Sin embargo, esa política generó millones de desplazados, ubicando a Colombia entre los tres países con mayor número de civiles arrojados de sus tierras y el único en el hemisferio occidental. La cifra del Centro Nacional de Memoria Histórica señala que entre 1996 y 2012 unos 4´744.046 colombianos se fueron del campo a las ciudades a hacer turismo en los semáforos, como absurdamente otro reconocido analista llegó a definirlos. Sin contar con los más de dos millones que se les adelantaron a esos turistas permanentes desde el gobierno de Barco. Ver: https://www.centrodememoriahistorica.gov.co/micrositios/informeGeneral/estadisticas.html
No olvidemos que en materia social desde 2002 a 2010 fueron años perdidos. La inversión social quedó relegada por otros temas de interés para el presidente de la época, en la que no se vio ningún avance y el fortalecimiento de la economía fue, como siempre, para esa élite plutocrática que administra para su interés el país.
Sí fue muy efectivo en subir el índice de pobreza general y de indigencia. Los jóvenes menores de 18 años, carne de cañón, alcanzaron el 58% clasificados como pobres y los que llegaban hasta los 35 años, eran el 45%. Más de 550.000 niños murieron antes de cumplir el año y nunca alcanzamos los niveles de desarrollo de países similares, como Chile o Costa Rica. Ver: https://www.semana.com/pais/articulo/la-economia-deja-uribepromesas-vs-avances/96315/
El espacio queda corto para seguir. La popularidad expresada por encuestas y medios afines no es señal de nada. Solo es una perspectiva, no el conjunto de sentires. Álvaro Uribe sin duda pasará a la Historia de Colombia como el que se enfrentó a una amenaza guerrillera indolente, envalentonada y sangrienta hasta hacerla sentar en una mesa de diálogo y firmar la paz con su sucesor. Pero también la Historia contará que, como nunca antes, el Estado se rebajó al nivel de aliarse con delincuentes o cometer crímenes execrables, algo que el inquilino actual de Casa de Nari reactualizó y fortaleció.
El sueño de unos es la pesadilla para otros. Aceptar esa dualidad y cambiar el futuro nos permitirá construir un país para todos, sin importar su pensamiento ni estrato. Y ahí sí sería el sueño ideal para todos los nacidos en esta bella y sufrida tierra.