Desde la Plaza de San Pedro, en Roma, Italia, el Papa Francisco se dirigió a todos sus fieles en un momento de tensión en el que el mundo está en vilo por el coronavirus, enfermedad que ha llegado a 191 países y ha dejado a su paso miles de contagiados y fallecidos, siendo Italia uno de los mayores afectados.
Por: Redacción 360 Radio
“Desde hace algunas semanas parece que todo se ha oscurecido, densas tinieblas han cubierto nuestras plazas, calles y ciudades, se fueron adueñando de nuestras vidas, llenando todo de un silencio que ensordece y un vacío desolador que paraliza todo a su paso”, dijo el santo pontífice.
“Nos encontramos asustado y perdidos, al igual que los discípulos del evangelio, nos sorprendió una tormenta inesperada y furiosa. Nos dimos cuenta de que estábamos en la misma barca, todos frágiles y desorientados, pero al mismo tiempo, importantes y necesarios, todos llamados a remar juntos, todos necesitados de confortarnos mutuamente, en esta barca estamos todos, todos”.
El Papa Francisco recalcó la importancia de trabajar en unión para salir adelante ante esta crisis, “nosotros nos damos cuenta que no podemos seguir cada uno por nuestra cuenta, sino juntos”.
“Es el tiempo de restablecer el rumbo de la vida, hacia ti señor y hacia los demás, podemos mirar a tantos compañeros de viaje que son ejemplares, pues ante el miedo, han reaccionado dando la propia vida. Es la fuerza operante del espíritu derramada y plasmada en valientes y generosas entregas”
Finalmente, destacó la labor de muchas personas que en algunos momentos se invisibilizan pero que son valiosas en este momento, “es la vida del espíritu capaz de rescatar y valorar, y mostrar como nuestras vidas están tejidas y sostenidas por personas comunes, corrientemente olvidadas que no aparecen en portadas de radios y de revistas ni en las grandes pasarelas del último show, pero sin lugar a dudas, están escribiendo hoy los acontecimientos decisivos de nuestra historia: médicos, enfermeros y enfermeras, encargados de reponer los productos de los supermercados, limpiadoras, cuidadoras, transportistas, fuerza de seguridad, voluntarios, sacerdotes, religiosas, y tantos otros que comprendieron que nadie se salva solo”.
La invitación también fue a no sembrar el pánico sino corresponsabilidad, no tener miedo y resguardarse en la fe.