Por: Cecilia López
La derrota menos esperada por muchos, pero más significativa, ha sido la de Germán Vargas Lleras, de su partido Cambio Radical y de todos los políticos tradicionales que lo acompañaron. La trascendencia de este hecho radica en que esta candidatura se apoyó en esa maquinaria de los barones electorales que el país claramente rechazó. Se cumplió además lo que siempre se ha dicho: los parlamentarios dejan colgados de la brocha a sus supuestos jefes cuando estos son candidatos presidenciales. Sus esfuerzos se limitan a asegurar su llegada y la de los suyos al Congreso de la República. Ni en su peor pesadilla Germán Vargas Lleras esperó sacar esa pobreza de votación, un poco más de 1 millón setecientos mil votos.
Pero si los resultados nacionales de la campaña de Vargas Lleras no se los esperaba ni él ni sus seguidores, lo que sí amerita análisis particular es su pérdida en el Atlántico, donde él personalmente y su partido Cambio Radical cuentan con el apoyo del grupo político y empresarial más importante de este departamento. Esto para no hablar de lo que sucede en el resto de la Región Caribe, donde también perdió en casi todas partes. ¿Se tratará por fin del descrédito de esta forma de hacer política por parte de quienes han manejado históricamente la llamada maquinaria en este departamento? No es que en el resto del país las elecciones se manejen de otra manera, pero lo que sí es cierto es que históricamente el voto de opinión en esta parte del país siempre ha sido escaso.
La otra posibilidad es que otros candidatos, especialmente Petro, segundo en la contienda, llegaron a esas poblaciones absolutamente marginadas y manipuladas por esos clanes políticos y en vez de montarlos en un bus, les hablaron, los escucharon. Si eso se pudiera comprobar, estos resultados tan adversos a la maquinaria del Atlántico serían la mejor noticia posible sobre el inicio de una cultura política que partiría la historia de este departamento en dos.
Pero queda una tercera que tendría que ver con el voto útil, no ya por parte de los votantes sino de los clanes políticos del departamento. Esta es una manera suave de denominar lo que sería una traición de quienes le deben mucho a Vargas Lleras; en aras de conservar el poder apoyaron más a Duque que a quién se suponía era su jefe. Eso demuestra los resultados de aceptar que la política es dinámica; es decir, que se mueve más por intereses que por fidelidades. Como Vargas Lleras es un ‘zorro’ de esa vieja política, el más joven de sus representantes seguramente está evaluando estas posibilidades. Y si llega a la conclusión que su derrota en el Atlántico obedece a la última posible explicación, él –que no es el más sereno de todos los políticos– entrará no en depresión sino en una de sus más grandes rabietas. Rabieta que –conociéndolo– no se quedará solamente en eso. Amanecerá y veremos, pero mientras tanto esta situación es una buena noticia para la democracia costeña.