Perversos incentivos por parte del Estado colombiano

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Es reiterativo y por tanto preocupante que el Estado colombiano se decida apoyar más a creer y confinar en los que están en la ilegalidad y son criminales, y no a los ciudadanos legales.

Por: Andrés Felipe Gaviria

Durante toda la historia ha existido un refrán extraído de una película, y por eso no es menos real e importante. Todo lo contrario, se compadece plenamente con la historia de los pueblos tercermundistas: “a mayor indulgencia de la sociedad aumenta la delincuencia”.

No hace falta ser filósofo, estudiar humanidades u obtener estudios en psiquiatría para entender que los seres humanos responden a incentivos, se mueve por interés e intereses. Por lo general no persiguen los incentivos por un capricho o porque les sale de unas ganas “vagas”.

Dentro de la multiculturalidad y la diferencia de cada uno de los seres humanos, que ya en sí es un problema pero es parte de la naturaleza y nada se puede hacer, es lo que profundiza en nuestras mayores problemáticas. Hay personas que por naturaleza escogen hacer el mal, les gusta cometer delitos, embarcarse en la carrera criminal por muchos motivos: económicos, poder, influencia, temor, miedo, crear zozobra, etc, mientras que hay otros que por más hambre que puedan aguantar, por más problemas que tengan, jamás van a tomar un arma para ir a robarle a alguien o matarlo.

En definitiva, en esta vida hay dos caminos: la maldad o la legalidad y hacer parte de la sociedad que cumple con sus leyes. En Colombia, la inversión de los valores nos lleva a querer que pensemos que las personas que, por alguna u otra razón la han pasado mal en su vida, tienen todo el derecho de atentar contra otros ciudadanos, cometer toda clase delitos y hay que tenerles consideración, indultarlos y pedirles que no lo vuelvan hacer.

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El problema es que esto ya se ha intentado y el otro inconveniente es que algunos lo quieran seguir implementado, aún sabiendo que esto ha fracasado históricamente en nuestro país.

Ahora nos viene un nuevo programa de subsidios, no contentos con los 22 millones de colombianos reciben estos beneficios. El expresidente Iván Duque recibió 13 millones, las aumentó a 18, Petro en un año las subió a 22 y ahora vamos a subsidiar a otro millón de jóvenes entregándoles $1.000.000 para que no cometan delitos.

Esto sabiendo que el Estado puede dirigir estos recursos a subsidiar los pagos de las cajas de compensación familiar, o pagos parciales de seguridad social de los empleados formales para que las empresas creen nuevos empleos en Colombia. Se debe presentar un programa de oferta laboral donde el Gobierno asume gran parte de los costos parafiscales de un empleado, pero no, al presidente Gustavo Petro le gusta más pagarles a los delincuentes para que no cometan hechos de violencia y se queden en la casa, mientras que su pareja recibe otro subsidio, haga parte de Jóvenes, Familias en Acción o uno de los otros 32 programas que hay en este país.  Sigue Colombia pensando que el 30% de los ciudadanos que pagan impuestos tienen que mantener al otro 70%. Esto no tiene presentación en ninguna parte del mundo.

Más allá del conflicto económico, a mí lo que me preocupa es la enseñanza tan perversa a nivel moral y ética que deja el Estado colombiano al claudicar con sedería a los delincuentes, que a quienes cumplen con las leyes. Es imposible pretender que un Gobierno cumpla y sea exitoso bajo ese modo de pensamiento.

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Vamos a tener dentro de poco tiempo a muchos más jóvenes delinquiendo mientras que les entra ese dinero, pues recordemos que acá tu puedes robar pero si lo hacemos de menos cuantía no va a pasar nada. Tú acá puedes matar y si tienes un buen abogado y no hay cupo en la cárcel quedas libres. La criminalidad en Colombia paga. Creo que el $1.000.000 va a quedar corto para los incentivos que hay en el país.

Hasta que Colombia no cambie ese modelo de compensación, que es escrutable a cualquier ojo sociológico y clínico y que es perverso, no vamos a lograr combatir la criminalidad, incentivar a que la gente cumpla la ley y que sean buenos ciudadanos; sino todo lo contrario: vamos a tener ahora unos grupos milicianos.

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