Por: Miguel Gómez Martínez
Pasan desapercibidas las noticias económicas importantes. En su edición del viernes 22 de septiembre, Portafolio registra las declaraciones de varios miembros de la Junta Directiva del Banco de la República.
Según el informe periodístico, el Gerente del Emisor considera que “la junta del Banco no puede bajar más las tasas de interés porque la inflación aún está lejos del 3 por ciento”.
Viniendo de Juan José Echevarría, la afirmación de que no están dadas las condiciones para una mayor expansión de la liquidez es una noticia preocupante, pues confirma que no se ha roto la tendencia inflacionaria de la economía.
A ello le adicionamos los anuncios de la Reserva Federal de los Estados Unidos en el sentido de que piensa iniciar, a partir de octubre, la disminución gradual de los 4,5 billones de dólares en títulos que tiene registrados en su balance.
Ello implica que cada mes dejará vencer 10.000 millones de dólares de hipotecas y bonos del Tesoro que tiene en su poder. Dentro de un año, el monto se incrementaría a 50.000 millones de dólares mensuales.
La perspectiva de un descenso adicional de los tipos de interés se aleja y con ella la posibilidad de un repunte significativo en la economía nacional.
Pero estas noticias de gran importancia eclipsaron las declaraciones de Leonardo Villar, exmiembro de la Junta del Banco y actual director de Fedesarrollo. Según él, el PIB potencial de Colombia se ha reducido de un 4,5 por ciento anual a tan solo 3,1 por ciento. Esta es una de las más negativas afirmaciones que se pueden leer sobre el estado actual de nuestra economía.
La afirmación fue confirmada por el Gerente del Emisor, quien puntualizó: “El potencial de crecimiento de la economía es menor que el de hace unos años… el Banco de la República lo estima en 3,3 por ciento, sin generar inflación”. La caída del PIB potencial, en otras palabras, del nivel máximo de crecimiento de la economía sin generar inflación, es una pésima noticia. Implica que no hemos sido capaces de romper con los cuellos de botella estructurales que nos impiden aumentar la oferta de la economía.
El retraso en infraestructura, la poca incorporación de nuevas tecnologías y el déficit de talento humano son los principales obstáculos para crecer de forma acelerada.
Esto es muy triste para los pobres que necesitan que el país crezca rápido para abandonar su situación actual. Sin crecimiento no es posible erradicar la miseria y reducir al mínimo posible la pobreza.
No solo no estamos avanzando, sino que retrocedemos. Tener un techo entre 3,1 y 3,3 por ciento de expansión del PIB es el fracaso de nuestra estrategia.
El Gobierno deja un bien pobre balance con un elevado déficit fiscal, un abultado desequilibrio comercial, un mayor endeudamiento y menos inversión extranjera.
Además reduce la capacidad de crecimiento de la economía hacia el futuro.
Si lográsemos tener un crecimiento en el máximo de expansión no inflacionaria necesitaríamos 23 años para duplicar el producto nacional. Para quienes viven en la escasez este un plazo inaceptable e injusto. El costo social de no crecer es soportado por los que necesitan salir de la pobreza y ven sus esperanzas desplazadas en el tiempo.