La izquierda propone producir solo lo esencial, no para salvar el planeta, sino para destruir el sistema capitalista e imponer un gobierno socialista mundial.
Por: Saúl Hernández Bolívar
La mayor razón para dudar del cambio climático, y sobre todo de la tesis de que este es fruto exclusivo de la actividad humana, es el hecho de que la izquierda lo ha convertido en su principal caballito de batalla para imponerle sus ideas a toda la humanidad. Qué mejor oportunidad de igualarnos a todos por lo bajo, obligándonos a retroceder en nuestros niveles de vida, y hasta de impedir que las sociedades más pobres saquen a su gente de la miseria, que el nobilísimo propósito de evitar la extinción de la vida sobre el planeta.
Por supuesto, no se necesitarían dos dedos de frente para entender que, de ser cierto, sería absurdo incurrir en un suicidio colectivo, por lo que se hace lógico cambiar de estilo de vida. Pero la izquierda es mentirosa y su visión apocalíptica del cambio climático ha sido refutada por los mayores expertos. Es más, el activismo de izquierda ni siquiera ha tenido el cuidado de ceñirse a las cifras oficiales y los conceptos emitidos por los especialistas sino que han inventado datos y han lanzado sus propias conclusiones.
Sin duda, el cambio climático es el mejor pretexto que han tenido jamás para imponer su visión extrema de «el hombre nuevo». Por eso, la izquierda no solo está hablando de «decrecimiento» y de una «descarbonización de la economía» que conduce directamente a producir menos y crecer menos, sino que propone directamente producir solo lo esencial. Es decir, la apuesta de la izquierda no es un llamado a producir distinto, de una manera sostenible, sino acabar con el llamado «consumismo» y ceñirse a un consumo de subsistencia, retrocediendo las sociedades a la era preindustrial.
Entonces atacan todo lo que sea altamente contaminante. Dicen que el ganado lo es y hacen un llamado a no comer carne, incluso por razones morales: todas las especies, en esta narrativa, son «seres sintientes», y no está bien que los seres humanos los matemos para alimentarnos. Eso lo dicen los mismos que proclaman a los cuatro vientos el aborto.
También aseguran que la industria textil es la mayor contaminante del agua y cada vez se hacen más campañas contra las prendas de algodón y a favor de la ropa de segunda mano, así como de la reutilización, la reparación, la uniformización, etc. Y no se promueven las fibras sintéticas porque provienen del petróleo.
El motor de combustión es el coco, pero ya estamos viendo una gran oposición al vehículo eléctrico por el problema de la disposición final de las baterías y después objetarán los autos propulsados con hidrógeno, que requiere grandes cantidades de electricidad para su obtención.
Es que el problema no es el combustible ni la contaminación sino el estilo de vida que promueve el automóvil, el modus vivendi capitalista. Por eso el vehículo particular tiene que desaparecer. Por eso se debe producir solo lo esencial, no para salvar el planeta, sino para destruir el sistema capitalista e imponer un gobierno socialista mundial.
En ese contexto es que debe entenderse la decisión de Gustavo Petro de no firmar nuevos contratos de exploración de petróleo y gas, ratificada en Davos, Suiza, por su ministra de Minas, que no es más que una muñeca de ventrílocuo que dice todo lo que él le ordene decir. Una decisión para todos irrazonable porque Colombia produce menos del 0,6% de la contaminación planetaria y su sacrificio no le aportaría nada a la solución del supuesto cambio climático. Ni siquiera a pares suyos como Lula, López Obrador o Maduro se les ha ocurrido algo parecido.
Sin embargo, Petro cree que pasará a la historia como el líder que señaló el camino del cambio, llevando a su pueblo de regreso a las cavernas. Cumpliría el sueño de cualquier extremista antisistema de acabar con las clases sociales, las libertades civiles, el libre emprendimiento, el intercambio con utilidades de bienes y servicios, la propiedad privada, la acumulación de capital y todo aquello que ha contribuido a elevar el nivel de vida de los seres humanos.
Y si el pretexto del cambio climático no es suficiente, las reformas a puerta cerrada harán invivible el país. Reformas a la salud, laboral, pensional y a la educación, cuyos textos no conoce nadie, y cuyo tenebroso contenido será defendido en las calles por los esbirros de Petro el próximo 14 de febrero. Dios nos coja confesados.
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