Petro y el progreso

La izquierda tiene un propósito genuino de decrecimiento económico y no ofrece un modelo distinto de desarrollo que no sea una oposición abierta al capitalismo.

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La izquierda tiene un propósito genuino de decrecimiento económico y no ofrece un modelo distinto de desarrollo que no sea  una oposición abierta al capitalismo. Para la izquierda, el crecimiento económico es malo por sí mismo, sobre todo porque su soñada igualdad no solo es absurda sino que se trata de un imposible metafísico: los beneficios del progreso nunca serán iguales para todos; siempre habrá quienes obtengan mayores ganancias de una mejora general de las condiciones, y hasta habrá quienes no se beneficien en nada o, incluso, se perjudiquen.

Por eso, no es extraño escuchar las disertaciones desatinadas y ridículas de un individuo esquizofrénico como Gustavo Petro acerca de temas como Hidroituango, por ejemplo; esbozando argumentos tan contraevidentes como el de asegurar que esta central hidroeléctrica no debió construirse porque “el desarrollo es el crecimiento de la vida, no acabar la vida”. Acaso, ¿se ha ocasionado una sola muerte con el proyecto de Hidroituango? No, ninguna.

Todo parece indicar, más bien, que a Petro lo que le choca es que una región próspera como Antioquia siga avanzando con este tipo de ingenios mientras regiones como el Chocó o La Guajira no son capaces de sacar adelante ni un modesto parque fotovoltaico, que termina sumiéndose en el lodazal de las consultas previas y la inconformidad de comunidades atrasadas que confían ciegamente su futuro en las promesas de papá Estado, hoy muy bien representado en cabeza del populista Petro.

Y ese badulaque ve en la dirigencia de las Empresas Públicas de Medellín una mafia capaz de hacer transacciones que convierten un capital prestado en el extranjero en una central energética de talla internacional, produciendo una rentabilidad suficiente para retornar unos recursos que hacen pagadera la deuda y enriquecen más a sus dueños, que son toda la ciudadanía. Unas viles sanguijuelas, según Petro, que se aprovechan de un pueblo condescendiente que debería vivir en la inopia como el Chocó o La Guajira.

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Por fortuna, desde hace un par de siglos se juntaron en Antioquia los capitales acumulados de las primeras plantaciones de café y de las minas de oro, y se dedicaron a hacer industria en contra de voces discrepantes como la actual de Petro. Se abolió la esclavitud, por lo que aumentó la mano de obra, y se convirtió el trabajo en la mayor virtud, como venía promoviéndolo el visitador Mon y Velarde desde que fue nombrado corregidor de la provincia hacia 1784.

Eso, en contraposición al líder galáctico de las estrellas, que aduce que no se debe trabajar tanto, que hay que bajar la edad de pensión (aunque en los países avanzados no han hecho sino subirla) y que los avances en el nivel de vida suscitados por el trabajo de los seres humanos solo han sido fuentes de injusticia, tiranía y explotación.  Parece que dichos avances solo son justos en tanto los impuestos de la plebe paguen un avión para ir a acostarse con el mozo en Panamá.

Y si Hidroituango no le gusta, mucho menos el Túnel del Toyo, un boquete de diez kilómetros de largo como no lo hay en ninguna otra parte del hemisferio. Una perforación en la montaña que acerca peligrosamente los centros de producción de Antioquia con el soñado mar de Urabá, el mar Caribe, el océano Atlántico, el mundo en general. En el Urabá antioqueño se están construyendo no uno sino tres puertos, que estarían 300 kilómetros más cerca de Medellín y Bogotá que Cartagena, Barranquilla o Santa Marta. Y como siempre se dijo que no era una buena idea tener puerto en Antioquia pues le daría demasiado poder a esa región en detrimento de las demás, no hay que apostarle al túnel.

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Sin el túnel, los tres puertos serán elefantes blancos que solo servirán para sacar banano. Pero, si se termina, hay otras alternativas para neutralizar a Antioquia y sus ‘ricos’, como son unos planes abyectos que proyectan dividir el departamento para  dejarlo sin fuerza y convertirlo en otro Chocó. Se habla de los departamentos de Urabá y del Magdalena Medio, dejando a una ablandada Antioquia partida en tres. Y si el sátrapa logra quedarse tendremos un país sin petróleo, sin gas y hasta sin energía eléctrica, luego de que le dé hasta por desmontar a Hidroituango y volvamos, como este sujeto ansía, a vivir en las cavernas sumidos en el atraso y la pobreza.

Por: Saúl Hernández Bolívar – @SaulHernandezB

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