Por: Abelardo De La Espriella
Hay que moverse rápido: la izquierda radical colombiana quiere, a sangre y fuego, bloquear en el Congreso las objeciones que en buena hora hizo el presidente de la República a ese bodrio demoníaco llamado JEP. No es menos cierto que el mandatario de todos los colombianos, en cumplimiento de sus atribuciones legales y constitucionales, señaló una serie de observaciones a la ley estatutaria de marras, apenas básicas: el Jefe de Estado fue considerado y respetuoso (a lo mejor, ese fue el problema, en un país en el que la gente está acostumbrada a funcionar a los “coñazos”), pudiendo haberse atravesado completamente a ese esperpento; pero, en pro de la concordia y lo políticamente correcto, el presidente, con la actitud ponderada que lo caracteriza, trató de buscar un consenso. Del otro lado, es decir del “zurdo”, en vez de aceptar unas objeciones apenas razonables, se dedicaron a socavar incluso la autoridad del doctor Duque: con la mamertería, solo funciona una forma de hacer las cosas: la de ellos.
Como pinta el panorama y se ve la mano, las objeciones están liquidadas en el Congreso: por una parte, la izquierda “honrará” el compromiso insoslayable que tiene con sus camaradas “guerrillos”, y, por la otra, muchos congresistas que, sin ser mamertos, harán lo propio. La única manera de sacarlas adelante es repartiendo “mermelada”, y eso daría al traste con el impecable trabajo desarrollado por el presidente y su equipo, con miras a erradicar las malsanas costumbres políticas que tienen descuadernada a la patria. Cuando los políticos acepten e interioricen la separación de poderes, actuando en consecuencia, esto va a cambiar. En los países serios (obviamente no es nuestro caso) la oposición hace control político cuando no está de acuerdo con el gobierno de turno, pero lo acompaña en las iniciativas que le vienen bien a la democracia, sin que medien puestos o contratos. Como Colombia es un circo al que prostituyó el tartufo Santos, ya están, cual buitres acechando a su víctima, ciertos miembros de los partidos Liberal, de la U y Cambio Radical, haciéndole el juego a la izquierda, desconociendo incluso los postulados doctrinarios que algunas fichas de esas agrupaciones habían defendido en otros tiempos con ardentía y valor: la coherencia no es un atributo de nuestra retorcida clase política.
A todo el desbarajuste que se avecina no puede hacerle falta el “casquillo”, es decir, la hoguera atizada por los medios y seudoperiodistas (comprados por el tartufo en sus nefastos ocho años de desgobierno), que se resisten a entender que los tiempos de la pauta oficial para “hipotecar” conciencias es cosa del pasado. Claro está, un gran sector del periodismo local está bastante ideologizado en favor de Timochenko y sus secuaces: todo lo que huela a socialismo, izquierda y revolución les causa una emoción infinita, pero igual buscan plata, porque, al final del día, los “zurdos” son del partido “billetista”: les gusta acabar con el hambre, pero matando de inanición a los comensales, por cuenta de los latrocinios más espantosos al erario.
Entonces salta a la vista que hay que buscar una solución distinta para enderezar el camino de la impunidad: la salida no son las objeciones. Es menester buscar otra vía que permita hacer las modificaciones que demanda la entrega de toda suerte de concesiones impresentables a los bandidos de las Farc. Obviamente, la ministra de Justicia no ha pensado en esto: esa “adorable” dama ocupa sus días en una agenda distinta de la de su jefe y el Gobierno. No es con “reformitas” inocuas y desangeladas como se organiza este “tierrero”.
La figura para dejar sin vigencia el acto legislativo que dio vida a la JEP es el REFERENDO DEROGATORIO: “Es la convocatoria que se hace al pueblo para que apruebe o rechace un proyecto de norma jurídica o derogue o no una norma ya vigente”. El mecanismo es un poco complejo, pues quedó condicionado por la sentencia de control de constitucionalidad del artículo 4 de la ley 134 de 1994, pero en cualquier caso es viable jurídicamente.
Ante la polarización de la clase política y el país en general en torno de los acuerdos con las Farc, lo ideal sería que el pueblo se pronunciara (al fin y al cabo, se trata del constituyente primario). ¿Cuál es el miedo al veredicto de las urnas? Eso sí, habrá que firmar sobre piedra, para que lo que sea que se decida sea aceptado sin remilgos por tirios y troyanos; de lo contrario vamos camino a la debacle. ¡Están advertidos!
La ñapa I: Feliz cumpleaños para uno de los grandes amores de mi vida: la fascinante y cosmopolita Barranquilla. ¡Que sean miles más, Curramba de mi alma!
La ñapa II: Odebrecht le toca la puerta al tartufo, y él se hace el huevón. Ya no podrá tapar el sol con las manos: la madeja empieza a desenredarse, y su responsabilidad aflora como la playa de un río seco en verano.
La ñapa III: Propagandistas de la izquierda que posan de periodistas “imparciales» me atacan y difaman con saña y alevosía. Una cosa les digo: no hay nada más difícil que enfrentarse con un hombre que no les tiene miedo y cuyas convicciones son de hierro.