Por: Miguel Gómez Martínez.
La polarización es normal en todo sistema político. En los estados parlamentarios se manifiesta en el esquema gobierno- oposición. Unos gobiernan y los otros controlan, critican y crean las condiciones políticas para poder ganar las próximas elecciones. En los sistemas de régimen presidencial avanzados como el estadounidense, en el Congreso existen mayorías y minorías que pueden o no coincidir con la mayoría presidencial. Pero sobretodo hay independencia y equilibrio de los poderes.
Un modelo de gobierno maduro es aquel en el cual los dos fuerzas políticas se enfrentan pero respetan lo que los ingleses llaman el “agreement on fundamentals” y que en Colombia denominamos “acuerdo sobre lo fundamental”. Sobre estos asuntos que incluyen el respeto de la libertades públicas, el estado de derecho, el debido proceso, el respeto de las minorías o la independencia de los poderes públicos no se hace política pues son las bases de la convivencia. La política, así nos parezca irónico, se hace sobre lo que no es esencial como la economía, la política social, los temas tributarios o los presupuestos públicos.
El problema con el modelo santista es que rompió el frágil acuerdo constitucional colombiano. Santos, a punta de corrupción, compra de votos y presiones institucionales concentró todo el poder y rompió el imperfecto equilibrio que tenía nuestro presidencialismo. En un país con una descentralización muy parcial ha desconocido las regiones y gobernado con un preocupante centralismo. Manipula con presupuestos publicitarios los medios de comunicación y ha restringido la libertad de prensa. Controla el poder judicial con contratos y presiones. Al Congreso lo subordinó a la mermelada hasta el punto de castrarle su iniciativa legislativa y prohibirle el disenso.
Sin acuerdo sobre lo fundamental no hay polarización sino división del país. A pesar de sus lamentables resultados en las encuestas que lo muestran como el presidente más impopular de la historia, gobierna a su antojo pasando por encima de la Constitución, la ley y la opinión pública que no lo quiere en su inmensa mayoría. Como la oposición sabe que el gobierno desconoce los principios democráticos no le queda alternativa distinta a la de rechazar de plano a un gobierno que no respeta las reglas de juego de la política civilizada.
Santos hizo el acuerdo contra la voluntad de la mayoría de los colombianos, borró la Constitución con el fast track, anuló las instituciones, corrompió el Estado como nunca antes y obligó a la mayoría a refugiarse en la frustración. Que no se queje entonces de que no lo quieren y no lo respetan.