Colombia lleva casi 18 años padeciendo el mayor irrespeto hacia el orden legal, las normas y la autoridad que se haya visto en mucho tiempo. No contentos con eso, han existido autoridades impresentables, políticos y hasta líderes sociales que han pretendido justificar, romantizar y defender a quienes no pagan un tiquete de transporte público, a quienes cometen actos vandálicos contra el patrimonio público y propiedades privadas. Lo peor es que en esos años no se ha podido hacer nada contra estas turbas de delincuentes que están presentes en toda Colombia, porque supuestamente atacarlos, defenderse, capturarlos y procesarlos es un atentado contra los «derechos humanos».
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Con la mala fama de cultura que Colombia tiene en el mundo, lastimosamente y por unos pagan todos. La final de la Copa América no fue la excepción. Tanto argentinos como colombianos, pero en su mayoría colombianos, cometieron toda clase de actos que atentan contra las leyes y normas en el estado de la Florida, incluso leyes federales. Dañaron escaleras eléctricas, rompieron torniquetes como ocurre en el transporte público, promovieron el ingreso de personas sin boleta, y otros que tenían boletas falsas atropellaron a policías, niños, mujeres, se colaron por ductos de ventilación, se saltaron vallas y terminaron dándole la razón a quienes tienen esa imagen negativa de Colombia y los latinos en el exterior.
El comportamiento en la final de la Copa América, que el mundo entero vio, es lo que se lo que sucede todos los días en Colombia. Muchas autoridades, cuando quieren actuar, no pueden hacerlo porque esos delincuentes tienen defensores de turno en los Consejos, las Asambleas, el Congreso e incluso en los Ministerios. ¿Cuándo se volvió normal violar la ley e irrespetar la autoridad? Los colombianos pretenden normalizar esto por el mundo como si nada pasara y sin mayores consecuencias.
El fenómeno de que el colombiano llega a un aeropuerto de Europa o Estados Unidos y, de inmediato, cambia el chip y empieza a respetar las líneas, los semáforos, los pares y a comportarse civilizadamente, parece que también se está perdiendo. Esto solo traerá consecuencias negativas para quienes lo hagan en esos territorios. Antes ni se atrevían a hacerlo, ahora ya tampoco les importa. Es común ver a colombianos involucrados en revueltas en el exterior, luego son procesados, condenados o deportados y esas autoridades terminan siendo los malos de la historia.
Como conclusión, queremos dejar una reflexión muy contundente. ¿como colombianos queremos que el mundo nos siga viendo como orates desadaptados, trogloditas y gamines que, a donde vamos, hacemos daño, ocasionamos destrozos, irrespetamos a las autoridades, tratamos de corromper a las personas, falsificamos boletas y hacemos toda clase de actos para lograr el cometido personal sin importar si infringe la ley o no?
¿Qué culpa y qué pueden hacer las autoridades para cambiar esto? Pues, hacer que las leyes colombianas se respeten, pero ya todos sabemos que eso lastimosamente no sucede, porque exigir que se cumpla la ley ha sido catalogado como una política de derechas fascista y muchos se han comido ese cuento. Lo han adaptado y lo que han hecho es fomentar y auspiciar raleas de delincuentes que se pasean por Colombia y por todo el continente haciendo desmanes.
Es una vergüenza, la imagen de Colombia en el exterior no es culpa de los americanos, como muchos quisieron señalar el día del partido. No es Estados Unidos el que tiene que adaptarse a la gaminería, a la ilegalidad, a las bandas y al desastre de esos colombianos.
Las personas que visitan esos países tienen que cumplir las normas y leyes de esos países sin importar si en su país de origen se cumplen o no. No se puede seguir culpando al dueño de la casa porque no se preparó para recibir a una persona decente, respetuosa y culta, y terminó recibiendo a un vándalo.