Nuestro editorial para hoy martes 16 de noviembre quisiera planterar, lastimosamente, esa reflexión que solo se puede dar cuando ocurren tragedias y es que en Colombia seguimos sin aprender que tenemos que prevenir que las cosas sucedan, no esperar a contar los muertos, a que se pierdan vidas, casas, vehículos, colegios para poder tomar acciones.
Nuestro editorial para hoy martes 16 de noviembre quisiera planterar, lastimosamente, esa reflexión que solo se puede dar cuando ocurren tragedias y es que en Colombia seguimos sin aprender que tenemos que prevenir que las cosas sucedan, no esperar a contar los muertos, a que se pierdan vidas, casas, vehículos, colegios para poder tomar acciones.
En los últimos años, nuestro país -las ciudades y los departamentos- han tenido en sus líderes bastante mediocridad y demagogia a la hora de hablar de infraestructura. Muchos consideran que la infraestructura es para «ricos», que son inversiones demasiado costosas, que no son prioritarias y simplemente que en el tiempo se irán desarrollando, terminan sus periodos como administradores y no culminan haciendo absolutamente nada.
Esta temporada invernal que ha azotado sin clemencia a Colombia, nos atreveríamos a decir que incluso desde el año 2021 ha desmantelado toda la precariedad que Colombia tiene a lo largo y ancho de su extensión territorial en infraestructura vial, infraestructura escolar, desde luego en la misma infraestructura de hogares y sobre todo de los más necesitados que son quienes por ignorancia e improvisación terminan construyendo sus casas o ranchos en laderas, al lado de ríos y en condiciones que claramente no cumplen ninguna condición que sea estable y segura para que algunas personas puedan asentarse allí.
De por sí la topografía colombiana es bastante compleja, requiere más estudios y más inversión a la hora de levantar cualquier estructura, lo que no ha tenido Colombia. Es cierto que esto afecta en la mayoría de veces a los más pobres pero tampoco los «ricos» han salido exentos de esta situación; podríamos citar distintos deslizamientos que han cobrado vidas de personas que han construido sus casas en zonas montañosas bastante peligrosas y que luego en temporadas de invierno han perdido la vida lastimosamente.
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Acá la primera consigna tendría que ser cuidar la vida, vigiliar con las autoridades burocráticas para que se prevenga en las zonas geográficas más inestables estos desastres. Hablamos, por ejemplo, de la Costa Caribe, de la zona pacífica. En el Caribe, la lluvia en tiempos anteriores era realmente un fenómeno en una mínima ola invernal no tienen cómo prepararse, o en el peor de los casos detener este tipo de desgracias; es muy tarde cuando se viene la lluvia y deja en evidencia todas las falencias que tiene el territorio.
Quisiéramos instar a las alcaldías, a las gobernaciones, al Ministerio de Infraestructura y Vivienda para que apueste con un compromiso real con el fin de construir nueva infraestructura vial, reubicar colegios y casas que están en zonas geológicamente inestables y así no esperar a que ocurra una tragedia. También, que construyan nuevos barrios en distintos lugares, que avancen en el mejoramiento de vivienda, al diagnóstico de viviendas ya construidas y entender si están corriendo un riesgo o no.
El Ministerio de Educación tiene que establecer especial vigilancia a todos los centros educativos, tanto publicos como privados en el país. Las administraciones tienen que dejar a un lado su mediocridad, su absurda ideología que los lleva a ser demagogos en lo que es el acondicionamiento y la construcción de nuevas vías.
El mejor caso es La Calera, una vía colapsada hace muchos años con dos carriles absolutamente miserables, en donde transitan vehículos pesados, particulares, motos, bicicletas desde la carrera Séptima hasta el alto de este municipio y luego en su descenso. Allí hay que construir una vía nueva, reubicar miles de viviendas y establecimientos, lo que era una necesidad hace mucho tiempo; no se hizo y hoy se pagan las consecuencias.