Es increíble como algunos gobernantes dejan deteriorar por completo lo que se ha preservado durante muchos años en distintas ciudades, pareciera que tapar un hueco, mantener un jardín o cuidar un andén, tiene ideología política.
Por: Andrés Felipe Gaviria Cano
Esto no se trata de cuestionamientos políticos, no se trata de colores, mucho menos de posiciones; como para que algunos puedan tomar esto de manera personal. Pero, sí tengo que advertir algo de lo cual siempre he sido acérrimo enemigo y es de la mediocridad, la indolencia y, sobre todo, la falta de sentido común para cuidar una ciudad.
Si existiesen mínimos acuerdos entre ciudadanos y gobernantes, entendiendo que nos beneficia a todos y no tiene, ni tendría porque estar en discusión cada cuatro años; es el cuidado y mantenimiento; de la infraestructura vial, de las ciclorrutas, los andenes, los jardines, la limpieza, barandas de seguridad, la instalación de canecas de basura; todo lo que nos conlleva a tener una ciudad decente, organizada, presentable, limpia y que sea un atractivo no solamente para turistas, sino para quienes residen en la ciudad, porque lo mínimo que deberían tener es derecho a gozar de una ciudad con unas condiciones decentes.
Una ciudad no es un carro que se apaga y se prende; una ciudad es una construcción de largo aliento que, a través de múltiples gobiernos, pues se busca que entreguen lo mejor, que hagan sus mejores obras y que estas siempre se hagan pensando en la ciudadanía. Ciudades como Bogotá se acostumbraron a estar en grises, feas, con huecos, con basuras, sin jardines, sin nuevas obras y parece que muchas restantes del país quisieran seguirle el ejemplo
En gran parte de mi vida, no he logrado comprender cómo los bogotanos no son más exigentes con sus gobernantes y realmente se les volvió paisaje vivir en una ciudad que es demasiado agreste con el ciudadano, y que está divorciada de cualquier parámetro de urbanidad y de mantenimiento del patrimonio público.
Extraño mucho a la Sociedad de Mejoras Públicas que fueron liquidadas lastimosamente en la ciudad de Medellín por políticos irresponsables, pero ¿Qué más podemos esperar en un país en que liquidan los ferrocarriles y los desmontaron por completo?
Yo quisiera simplemente hacer un llamado al sentido común. Una ciudad así esté gobernada por la izquierda, la derecha, el centro o por los que no tienen identidad, no puede acostumbrarse a tener huecos en cada esquina. Una ciudad no puede acostumbrarse a que la maleza salga en los andenes y en los muros, a que no se siembren nuevos jardines, a que se descuide todo lo construido durante años, a que se permitan que los grafitis acaben con cualquier muro de un edificio comercial o un edificio familiar.
Esto, por lo menos en algunos territorios, genera más ampolla e indignación que en otros, ojalá los alcaldes sean conscientes de que pueden hacer mejores las cosas, que reconozcan sus errores, que los corrijan, que reprendan a los equipos encargados de estas áreas, porque, en definitiva, no hay nada peor que una ciudad abandonada, descuidada y que no esté presentada. Porque mucho trino, mucha alharaca, mucho render, mucho titular, pero a la hora de la verdad, si uno descuida el mantenimiento de una ciudad en todos sus frentes, la está destruyendo poco a poco.
DEL MISMO AUTOR: La decadencia total