Se quejan del narcotráfico pero consumen drogas, se quejan de la inseguridad pero compran celulares robados

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EDITORIAL


Nuestro editorial para el día de hoy tiene que ver con una de las ironías más grandes de la vida, de la sociedad colombiana y no es distante a una serie de círculos viciosos que aquejan a Colombia de la cual hacen parte una gran porción de los ciudadanos. Pareciera que por ignorancia, ingenuidad o incluso porque puede que no les importe deciden ser parte del problema irónicamente con desidia y divorciados de la realidad critican las consecuencias de eso mismo que ellos alimentan.

Se quejan del narcotráfico pero consumen drogas, se quejan de la inseguridad pero compran celulares robados. No solamente el problema es el ladrón, no solamente el problema es quien envía droga a Estados Unidos o a Europa, quien lava el dinero de los narcotraficantes, sino también quienes hacen parte indirectamente de esa cadena.

Cuando una persona va a uno de los tantos puntos reconocidos en ciudades como Bogotá, Medellín, Cali, Barranquilla o Cartagena, a comprar un celular sabiendo que ese móvil tiene muy probablemente sangre encima, y que alguien perdió ese celular por el que trabajó, por el que pagó en medio de un acto delincuencial, está contribuyendo directamente a que ese tipo de actividades criminales se sigan esparciendo por todo el país.

Está comprobado que la única forma de erradicar esta serie de problemáticas es de manera integral, no solamente con esa reacción policiva y la actuación judicial sino con la prevención, con desarmar la estructura.

Hay una realidad, y es que Colombia ha dejado de ser un país netamente exportador de droga para ser también un consumidor. En cuanto a la marihuana desde hace muchísimos años se consume en Colombia, es muy fácil detectar quién la vende y cuánto cuesta; ahora tenemos toda clase de drogas: cocaína, heroína, éxtasis, lsd, entre otras que hacen parte de un portafolio que está inundando las calles de Colombia, las empresas, las rumbas, los clubes y las universidades.

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Si Colombia está siendo parte activa de ese consumo de alucinógenos pero a la vez nos quejamos porque nos ven como un país narcotraficante porque el consumo de drogas está disparado, la inseguridad está disparada y estamos cayendo en una gran incoherencia; quienes consumen droga están financiando esa cadena delincuencial que tanto mal le ha traído a Colombia, unas consecuencias que todavía nuestro país padece desde las épocas de Pablo Escobar, ¿cuántas personas han muerto por cuenta del narcotráfico?, ¿cuántos seres queridos siguen muriendo hoy por cuenta de ese fenómeno?, ¿cuánta gente que consume drogas no ha perdido familiares en algún momento por una extorsión?, ¿realmente hay conciencia para vivir tranquilos cuando se es parte del problema pero se queja de las consecuencias de ese problema que está financiando?

Colombia tiene esa gran dicotomia y miramos con preocupación y mucho asombro las cifras que recientemente se han publicado respecto al consumo de drogas en el país. En un futuro no muy lejano puede que la misma coca termine de ser negocio, pues estaría claro que las drogas sintéticas están llegando poco a poco para quedarse y han tenido muy buena acogida en el mercado colombiano, ya es más que normal ver pupilas dilatadas en reuniones de negocios, en cualquier reunión social, esa misma es la descomposición de nuestra sociedad que nadie se atreve a cuestionar, a revisar y a proponer reflexiones como sociedad.

Cabe mencionar que, según cifras del año 2019 en Colombia e investigaciones del Observatorio de Drogas de Colombia, han descubierto que el 11.7 por ciento de los escolares colombianos han consumido marihuana alguna vez. Entre los consumidores colombianos de narcóticos, la marihuana sigue siendo la droga favorita: El 84.4 por ciento la ha probado por lo menos una vez en la vida.

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La segunda sustancia de mayor consumo es la cocaína. El 69.1 por ciento de quienes han usado coca son ya dependientes, consumidores habituales, adictos. El predominio de la marihuana entre escolares ha crecido 156,4 por ciento; el de la cocaína, 53.3; el del bazuco, 44.4 y el del éxtasis, 112.8 por ciento. Así de terribles son estos números.

Para concluir, sería bueno que cualquier colombiano sin importar su estratificación social antes de comprar una joya, una cadena, un reloj, un celular, unos tenis, un carro, se pregunte si está contribuyendo a que en el futuro cercano a esa misma persona que está comprando la atraquen, y de pronto por atracarla le quiten la vida.

En segundo lugar, esa persona que consume drogas, metida en ese mundo tan oscuro, se pregunte si cree que las consecuencias del narcotráfico han sido buenas y si está de acuerdo con financiar eso que vivimos.

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