Por: Wilmar Vera Z.
Se acerca el 12 Octubre, fecha que desde hace muchos años se usa para rememorar el encuentro, conquista, genocidio o choque de dos mundos, con el arribo de Cristóbal Colón a América.
Y a ambos lados del Atlántico se verán manifestaciones a favor o en contra de ese momento histórico, hito que marcó un impulso de modernismo a la civilización Occidental.
Y será un momento para los reproches y señalamientos. Una vez más, la polémica está servida, toda vez que los defensores indigenistas usarán esa conmemoración para recordar el genocidio, las violaciones, las expoliaciones y la imposición del Catolicismo y la lengua (entre otras), por parte de una España que destruyó culturas antiguas y sabias. Y los hispanistas, a su vez, celebrarán que sin esos desarrapados peninsulares que llegaron a estas tierras no tendríamos la unidad cultural, los valores, el catolicismo y la lengua.
En España, como ocurrió con el Franquismo, los líderes neofascistas de Vox y PP se levantarán anunciando que la Cruz y la espada salvaron a los nativos de la barbarie en que vivían. Aquí, sus émulos rezarán ante los pedestales huérfanos de loas y honra a los matones conquistadores, como ocurrió en Cali y Popayán. Dirán que esos sacrificios humanos y abusos entre pueblos nativos fueron eliminados por la salvadora piedad del conquistador y del colonizador, que con apego al cristianismo y el amor cristiano llevaron la armonía a todos los rincones del Nuevo Mundo y cuyos líderes de derecha y extrema derecha son la encarnación de esa bonhomía universal. El mismo embajador de Colombia en la OEA, el quemador de libros y católico sectario Alejandro Ordoñez destacó la “herencia de construcción legal, moral y cívica (…) el idioma, la civilización, los valores y la fe que compartimos”, como prueba del paraíso que nos trajeron sus católicas majestades y que hoy están encarnando en la gente que, como él y sus secuaces, son la expresión de la civilidad y la herencia europea.
Vamos por partes.
Mirar el pasado con los prejuicios del presente es un ejercicio absurdo e inútil. El mundo de los siglos XV al XIX, cuando se dio el rompimiento con España y la independiencia, era muy distinto al actual y los valores que se defendían, en muchos casos, han cambiado para bien de toda la población.
Decir que fue buena la herencia legal, moral y cívica es, por decirle poco, ridículo. Los países hispanoamericanos no hemos sido capaces de construir sobre una base ya corrompida unas instituciones serias o fuertes. Las leyes han sido y son hechas para los de ruana, ¿o acaso la Justicia es la misma para todos? Recordemos cómo una patrullera transgénero fue investigada y destituida en tiempo record por el presunto robo de una crema facial, mientras que agentes señalados de causar muertos o lisiados ni siquiera se les llama la atención. O peor: al ladrón de un caldo de gallina, decenas de meses en la peor cárcel; a los ladrones de recursos o tierras –si se les prueba- sus haciendas por cárcel y una condena que cabe en los tres primeros dedos de la mano.
¡Qué honor!
¿Herencia legal y cívica? Letra muerta. Los pactos y acuerdos son muy bonitos en el papel y en las estanterías, donde duermen no el sueño de los justos sino el olvido de los traidores. El Acuerdo de Paz es muestra de eso y no sólo el hecho con las Farc, sino la pantomima de Justicia y Paz o hasta los que se firmaron con las guerrillas liberales hace 60 años, felonía que degeneró en el conflicto que sufrimos.
¡Qué orgullo!
¿El idioma, los valores y la fe que compartimos? Castilla impuso su lengua con la unión de los reinos por allá en el siglo XV y aunque es normal que el invasor imponga sus costumbres, creencias, valores e idioma, no se puede negar que el español sería una lengua muerta sin la riqueza de las palabras y el continente con que se topó el genovés. El mundo que cabe en la lengua dejó de ser peninsular y aunque se llame español, le dimos una vitalidad y lo renovamos hasta volverlo la segunda lengua natural más hablada y que se expande por el planeta.
Ahí sí, gracias y de nada, Madre Patria, por fortalecerles la lengua y ampliarles la cultura.
¿Los valores y la fe? ¿De verdad? De cuáles hablará el nefasto embajador, porque ser tramposos, arribistas, zánganos, recostados, engañadores y vivos han sido los valores que nos enseñaron desde que éramos súbditos de sus majestades. Hasta el mismísimo Blas de Leso fue víctima de las intrigas del virrey para llevarse él la gloria de haber repelido la invasión británica de 1741 a Cartagena de Indias y salvar a Suramérica de caer en manos de los herejes anglicanos.
Ordeñez, como embajador y los funcionarios de esta cacocracia que representa, desde el expresi (dente, diario) hasta abajo, son la muestra del rancio y mortecino abolengo peninsular que tanto defienden y reclaman exaltar. Y no es exclusividad del partido de la tercer y cuarta letra del alfabeto, desde siempre el país político de Conservadores, Liberales y la iglesia Católica han abusado del país nacional para sus propios beneficios.
Así pues, llegó otro 12 de octubre y no hay mucho qué celebrar. Los indígenas siguen apabullados o en franca extinción, las comunidades afros olvidadas y saqueadas hasta por sus mismos coterráneos, el pueblo en general sobreviviendo miserablemente y los modernos criollos (que se hacían llamar “españoles americanos” hace 200 años) siguen disfrutando -por su piel blanca, abolengo, riqueza o contactos en el poder- sus privilegios y ventajas, sólo que esta vez son elegidos cada cuatro años.
POSTESCRITO
Un joven y un menor de 12 años son atrapados robando. Un grupo de comerciantes piden que los castiguen. Un criminal de camisa roja anuncia escarmiento a los ladrones. Aparecen baleados, entre charcos de sangre, en las afueras de Tibú. ¡País de mierda!