Sin duda una economía en movimiento impulsa el empleo lo cual dinamiza una variable crítica en el país como es la demanda interna.
Barranquilla como el resto del país le está apostando a la reactivación de la economía más allá de cualquier otra prioridad. Es decir, la economía por encima de la salud a pesar de estar en semejante nivel de la pandemia. Ojalá no sea esta una decisión equivocada y se llegue a 800 muertos diarios como han previsto los médicos. Pero aun suponiendo que se logre no llegar a estos extremos señalados, con las medidas que se conocen a nivel individual, queda una pregunta que los mandatarios y concretamente el alcalde de Barranquilla debe hacerse: ¿la dinámica económica reduce per se los alarmantes niveles de pobreza y peor aún, de indigencia, que tiene esta ciudad?
Sin duda una economía en movimiento impulsa el empleo lo cual dinamiza una variable crítica en el país como es la demanda interna. Las fábricas saldrán de los inventarios que deben haber crecido significativamente, lo que en algún momento se traduce en volver a producir bienes y servicios que requieren mano de obra, insumos e inversiones de capital. Todo eso es cierto. El tema es qué proporción de esa población de esta ciudad que no come tres veces al día o que forma parte de más del 40% que vive por debajo de la línea de pobreza, encontrará la salida para esa precaria situación. Con una informalidad prácticamente de 2/3 de la mano de obra, cuánta pude ser absorbida por sectores productivos que les ofrezcan un empleo digno y cuanta sencillamente no califica para ese tipo de ocupaciones. Esa pregunta necesita respuestas porque con estos niveles de empleo precario que tiene esta ciudad sería lamentable que estos se elevaran aún más.
Es aquí donde bien los empleos de emergencia o sencillamente programas de empleo público pueden jugar un papel crítico aprovechando la reactivación de la economía que le debe generar recursos al gobierno de la ciudad. Arreglos de calles, de andenes que realmente son un drama en muchas ciudades del país y probablemente Barranquilla no es la excepción. Pintura de establecimientos públicos, de escuelas que han estado abandonadas, de jardines donde las mujeres pueden encontrar una vía de generar mejores ingresos, son alternativas poco costosas que, además, pueden ofrecer oportunidades a quienes tienen baja calificación o no tienen experiencia como sucede con los jóvenes que claman en las calles por oportunidades laborales.
Si de verdad se quiere que la reactivación sea una realidad cuando el consumo de los pobres es vital para que demanden lo que produce nuestra precaria industria y el comercio de bienes que tenemos, este tipo de consideraciones se las debe estar haciendo el equipo de la Alcaldía. Barranquilla está desbordada de pobres y de miseria y no son los grandes proyectos de infraestructura que desmayan de emoción a esta administración, los que van a resolverle la vida a muchos de los pobres que demandan ayuda. Este tipo de estrategias poco les gusta a quienes creen que son las placas las que importan, aquellas que se les ponen a las obras de infraestructura y no a los programas dirigidos a los pobres.