Recuperar la confianza

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Vengo considerando hace un buen tiempo que uno de los mayores problemas que tiene nuestro país y la sociedad es que hemos perdido la confianza, estamos viviendo en un continuo negativismo y en una desolación, que dominan nuestras bases fundamentales como sociedad. 


Por: Andrés Felipe Gaviria

Sería bastante ingenuo y, si se quiere, mezquino el pedirle a los colombianos que mantengan la mejor actitud, que seamos el país más feliz del mundo o que finjamos que estamos en un país nórdico en donde no hay complicaciones, en el que la maldad es solo un atisbo solamente de la condición humana, que no nos permea y que se aparece en forma de fantasma, algo que hemos combatido exitosamente; pero no. 

La verdad es que Colombia por naturaleza ha tenido siempre una compañía lamentable, que es la de la violencia, la de la seguridad, la de la impunidad, de la injusticia… Esto se ha vuelto paisaje, se considera hasta normal, que es lo peor que le puede pasar a una sociedad.

La desconfianza aumenta en la medida en que las personas ven que ocurren hechos ilógicos, que no tienen consecuencias coherentes, esto va ligado netamente al sentido común que acompaña al ser humano. Aunque la verdad puede hacerse objetiva, según el lente del que se le mire, existen algunos consensos bastante claros y acordes a una estructura social con mínimos parámetros de educación y entendimiento y Colombia ha ido en los últimos años violentamente en contra de esto; por lo cual hemos caído nuevamente en una nueva racha de desconfianza y de inseguridades.

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Hace poco, tuve una experiencia con mi madre, que fue quien me llevó a echar mano de lo que estaba pasando y escribir esta columna. En virtud de que la acompañé a hacer una diligencia y, en medio de esta, mi madre regresó con un producto de una tienda preguntándome si era el correcto y yo me asombro porque, primero, sale de la tienda con el producto y aunque luego lo compra, le pregunto “¿Cómo te dejaron salir con eso de la tienda?” y ella me contesta “No, la señorita me dijo que confiaba en mí”. Me pareció absolutamente bonito y sobre todo sorpresivo, no solamente por la actitud de mi madre sino de la mujer. 

DEL MISMO AUTOR: Candidatos huecos

Llevo varios años escuchando esa vieja frase de que “antes los negocios se hacían con la palabra”, lo que daba cuenta de que la palabra era sagrada, era un compromiso que se honraba y era con lo único que podían enterrar a las personas, y quisiera yo especialmente que en Colombia recuperáramos ese valor de confiar en la palabra, de mirarse a los ojos, de creerle al otro, de más allá de cualquier ideología, religión o práctica, se construyera a partir de las buenas maneras, de las formas, de lo que procede y no seguir viviendo en una selva, en esa cacería permanente, con ese instinto animal tan estomacal, tan visceral al cual nos hemos sometido. 

Es lamentable ver cómo se refleja en todas las encuestas y mediciones esa desconfianza del ciudadano que sigue aumentando frente a las instituciones, hacia el gobierno, la justicia, los medios de comunicación. Todos desconfían de todos y creo y temo que es un extremo al cual no se puede llegar y tenemos que hacer una cruzada tajante, levantar una muralla muy alta ante estas olas oscuras que amenazan con arrasar con la sociedad.

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Colombia tiene gente muy bonita, gente supremamente valiosa, que no se puede dejar contaminar y perder. A los que practican mal la condición humana, a quienes están todos los días haciendo tumbes y viendo cómo viven del otro, hay que apartarlos de la sociedad, aislarlos y derrotarlos por lo civil y construir una sociedad mejor para nosotros y para las próximas generaciones. 

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