Reflexión un año después del plebiscito

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EDITORIAL

Colombia se asemeja cada vez más a una Nación desenfocada de los verdaderos propósitos de mejora continua, estabilidad y consenso para el progreso conjunto, no particular.


No se trata de hurgar más en lo públicamente debatido y conocido, mucho menos cargarle la culpa a uno de los bandos enfrentados en tan cruenta y poco aportante discordia. De las dos orillas se han lanzado mentiras, calumnias, infamias y amenazas innecesarias; tan solo unas pocas verdades. El problema básico y transversal podríamos aseverar que es el negligente pacto ingénito entre los del Sí y los del No por creerse estar por encima del país y de los demás colombianos, como si solo existieran dos verdades, dos caminos y que nadie más tenga la razón. En tal claridad, si hacemos un balance después de un año de haber acudido a las urnas para votar el plebiscito del 02 de octubre, nos encontramos con que realmente poco o nada se ha avanzado para la sociedad legal, por que para las FARC sí.

El plebiscito detonó una desolación en el país, no solo por que confirmó la gran división que hay y la incapacidad de debatir en el terreno de los argumentos y el sustento respetuoso, sino porque demostró que en Colombia se vive un día a día esperando el suceso negativo, la pelea, el chisme, la intriga, una captura o una catástrofe. Parecemos incapaces de planear un futuro entre todos, con unos pactos básicos, o tal vez para mayor reconocimiento nacional, un “acuerdo sobre lo fundamental”, como lo pensaba el fallecido dirigente conservador Álvaro Gómez Hurtado. Ese acuerdo debe fundamentarse en una nueva constitución, idea con las que algunos candidatos a la Presidencia están de acuerdo, mientras que otros le tienen miedo a abrir esa puerta.

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Acá estamos olvidando algo sumamente importante y preocupante, y es lo que sucede con las personas más pobres del país, las regiones más alejadas, los problemas tan grandes que tenemos con el sistema de salud, justicia, seguridad, entre otros. Todo por estar enfrascados en una pelea entre dos lideres políticos y uno o dos círculos más amplios de personas que están buscando una candidatura o un puesto político. Lo anterior, es caldo de cultivo para el populismo político, para los personajes que vendrán a la arena política prometiendo cambios radicales, acusando a unas minorías de crear todo el caos que vive Colombia y lanzando un látigo cargado de odio, rencor y revanchismo.

Realmente el plebiscito del 02 de octubre nunca se debió hacer, el presidente Santos no tenía por qué convocarlo, fue otro error en su larga lista de estos 7 años, que solo trajo más discordia, más impopularidad para él y más polarización para el país. La coalición del No se dio una pela gigante por ganar esa consulta, pero echó al trasto la elaboración de un plan por si ellos ganaban, y se confirmó el día de la victoria que no tenían ni discurso, orden, ni propuestas. Asistió un grupo de lideres del No a la Casa de Nariño, se reunieron con el presidente Santos, nombraron “compromisarios” que todos eran candidatos presidenciales (irresponsabilidad) y que al fin y al cabo le salieron al país con una hoja en blanco donde nunca se pronunciaron oficialmente sobre lo que acordaron o no acordaron.

Lo que vemos que está sucediendo es que el país sigue con muchos episodios de violencia: plan pistola contra la Policía, disidencias de las FARC en aumento, ELN arreciando sus ataques, nadamos en siembras de coca, la inseguridad ciudadana no puede ser peor y ni seguimos contando porque no alcanzarían estás líneas. Ganamos en el escenario de lo “imaginario” algo, y es que nos dimos cuenta que las FARC no eran el único problema del país, sino que en este país se corrompió absolutamente todo el sistema; desde las altas esferas de la justicia hasta la política del más recóndito lugar de un departamento.

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No hemos ganado nada, a los Colombianos en nada les ha cambiado la vida. El plebiscito no fue más que otra posibilidad de pelea entre bandos para ver quién controla más gente. Es lamentable que tampoco se avizore una solución en el camino, y que peor aún, que quienes tienen el poder de cambiar las cosas, que es usted ciudadano, siga comiendo cuento y no piense por usted mismo y tome posiciones con convicciones y argumentos.

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