Lejos está esta reforma de solucionar los problemas estructurales que ha tenido el sistema de salud en Colombia. Esta reforma parece más un afán personal de quitarle la presencia o la participación de los privados en el actual modelo de salud.
EDITORIAL
Dentro de todo el abanico de problemas que puede tener Colombia y cualquier nación, cosa completamente natural, el Gobierno Petro emprende su primera gran reforma estructural en el sector salud, un sistema que luego de haber tenido los peores años durante la gestión del seguro social en donde miles de vidas de colombianos se perdieron por cuenta de tramoyas, de filas interminables, cupos que se vendieron o de contactos con políticos para conseguir la cita, pareciese que Colombia está empeñada en volver a ese modelo.
Este modelo hace que se le entregue el control total al sector público, osea a los políticos. ¿Qué puede salir mal? una pregunta retórica porque todos sabemos en qué termina esto y es que en ese afán de aprobar todo lo que tiene este gobierno pues terminamos simplemente tomando decisiones más estomacales que bajo la racionalidad, la ciencia y lo que probadamente está que funciona.
De ahí se derivan las discrepancias que tienen las personas notables de este Gobierno, que son pocas por cierto como Alejandro Gaviria, Cecilia López, José Antonio Ocampo; quizás los únicos que no le hacen meter las patas al Gobierno de Gustavo Petro constantemente y es porque no solamente cada uno de ellos ha vivido y sabe lo que ocurrió en Colombia con el modelo pasado, sino porque han tenido estrecha relación.
López fue directora del Seguro Social, Alejandro Gaviria fue ministro de Salud y Ocampo ha tenido participación en Gobiernos anteriores. Ahora bien, en ese abanico de problemas, al que volvemos a citar sucede que la salud era quizás una de las problemáticas que menos requería una intervención en el corto tiempo, se podría haber hecho una reforma que buscara mejorar la capacidad preventiva, la comunicación, agilidad para asignación de citas y la evolución a mejorar la calidad.
Pero, no se puede pretender como nada en la vida, echar al traste todo de un momento a otro y pretender reconstruir un sistema en menos de un año. No solamente esto empezó mal por esta reforma que tanto se tardó en redactar sino porque es absolutamente inconcebible que uno salga a defender una reforma en menos de 24 horas de haber sido publicada cuando un colombiano es incapaz de leerse un libro de 50 páginas en un año, mucho menos se va a leer una reforma de casi 200 páginas en 18 horas.
Sucede que a Colombia la está matando eso y por eso este editorial lleva como título el apartado de “no se trata de quién tiene la razón”. Acá lo que está pasando es que hay una pelea, hay una esquina que dice tener la razón, tú no la tienes, yo la tengo, porque definitivamente el sistema de salud no puede estar mediado por privados, o porque lo público es perfecto y los únicos que van a terminar perdiendo son los colombianos que tanto han agradecido cómo el sistema de salud ha mejorado.
Hoy las personas sienten gratitud y aprecio por lo que el sistema ha hecho, se demostró en pandemia y si bien existen quejas que es natural en un servicio tan global, son cosas absolutamente superables.
Nos preocupa mucho que se quiera utilizar a la Nueva EPS como ese refugio de toda la transición, deberían cambiarle el nombre a Instituto de Seguro Social 2.0 y claramente los planes complementarios no van a tener cabida en el sistema, tampoco la medicina prepagada y por último terminará sucediendo que en el año electoral estos sistemas de salud absolutamente diseñados para fortalecer el sector público, van a ser pues un gran botín de guerra que todos pelearán para poner a gente inexperta que no piensan en la salud de los colombianos.
Ojalá pudieran reflexionar sobre esta reforma y ojalá los congresistas por primera vez no defrauden al país.
Lea también: La desaceleración económica en Colombia es una realidad
