¿Regalo envenenado?

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El despilfarro de recursos en estos ocho años no tiene precedente en nuestra historia económica.


Por: Miguel Gómez Martínez

n esta lánguida e interminable postrimería del gobierno Santos fue una sorpresa la decisión del Comité Consultivo de la Regla Fiscal que modificó el margen de maniobra del próximo gobierno en materia de finanzas públicas.

Desde el 2013, se observó un desfase entre los objetivos del Margen Fiscal de Mediano Plazo (MFMP) y los resultados del déficit fiscal. El desequilibrio se fue profundizando a partir del 2015 cuando debía haber sido del 2,2 y fue del 3 por ciento del Producto Interno Bruto. En el 2016 estaba programado que fuera del 2,2 por ciento, pero llegó a un preocupante 4 por ciento del PIB. La idea era recuperar la senda de convergencia en el 2020 cuando el déficit registrado y el MFMP deberían coincidir en un déficit del 1,6 por ciento del PIB. A partir del 2022, el déficit se estabilizaría en su nivel estructural, equivalente a 1 por ciento del Producto. Con la reciente modificación, la coincidencia entre el estado real de las finanzas públicas y los requerimientos de la regla fiscal solo se producirá cuatro años más tarde, es decir en el 2026.

La verdad objetiva es que, a pesar de las reformas tributarias y los esfuerzos de la Dian, el Gobierno había sido incapaz de recuperar el control de la situación fiscal. El despilfarro de recursos en estos ocho años no tiene precedente en nuestra historia económica. De tal suerte que el desfase este año es de 1,2 por ciento del PIB entre lo proyectado (1,9 por ciento) y lo registrado (3,1 por ciento). Santos le deja a su sucesor una muy delicada situación fiscal que deberá enfrentar la nueva administración con un esfuerzo de recorte del gasto y una nueva reforma tributaria. De lo contrario, el país entrará en un escenario en el cual peligrará el grado de inversión y todo el plan financiero.

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El nuevo gobierno recibe una economía debilitada, con bajo crecimiento y un elevado nivel de endeudamiento. El desempleo ha aumentado y la volatilidad del dólar refleja el nerviosismo de los agentes económicos que son conscientes de la gravedad del entorno político y económico que enfrentamos. Un mejor precio del petróleo –algo en lo que el gobierno no tiene nada que ver–, sin duda, le dará un respiro a las cuentas públicas. Pero no es garantía, pues los determinantes de su comportamiento son impredecibles.

Salvo que sea Petro el próximo presidente, cualquiera de los otros candidatos deberá enfrentar una muy difícil coyuntura económica durante los próximos años. Tendrá que tomar difíciles decisiones como las relacionadas con el tema pensional, el desmonte de las burocracias corruptas que han proliferado en los últimos años y la generación de un ambiente de austeridad en la administración pública, que no ha sido la norma en los últimos ocho años. Solamente que sea electo Petro, el manejo económico exigirá mucha voluntad política y firmeza para enfrentar la demanda de mermelada y la ‘contratitis’ que ha sido el soporte de la gobernabilidad durante el santismo.

Salvo que sea Petro el escogido por la mayoría, la política económica tendrá que sortear muchos de los temas de fondo que han sido aplazados y maquillados. Porque si es Petro el ganador, estamos hablando de un tema de otro orden.

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