Repensar el país, elemental luego de la pandemia

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Este contenido hace parte de nuestra quinta edición de 360 Revista.


El Gobierno de Colombia que ha tenido dos años y un poco más de una opinión dividida sobre su gestión en los frentes más importantes del país, no estaba en el régimen de excepciones para afrontar una pandemia tan traumática, profunda y prolongada como la que hemos vivido. Por alguna razón que quizás el tiempo y la ciencia nos lo confirmen, el virus tuvo un comportamiento bastante inesperado, cruel y sobre todo lacerante con Colombia, uno de los países con más muertos, a la fecha de la redacción de este contenido más de 35.000 personas habían perdido la vida. Colombia es un país que no ha conocido, quizá, un solo día de tranquilidad en los últimos 50 años, que si bien ha tenido un crecimiento notable, destacado, observado y calificado al alza en los últimos 20 años no dejaba de ser un enfermo convaleciente, un país con dificultades muy marcadas y públicamente expuestas, a veces estas se camuflaban en medio de los afanes centralistas de buenas noticias o simplemente lo que parecía ya haberse vuelto normal, lastimosamente.

Cada país con su realidad tendría distintas consecuencias y mejores maneras para afrontar la pandemia, pero en el caso de Colombia no. Llega la pandemia al país con conflicto muy cruento, con un proceso de paz firmado con un grupo guerrillero, parcialmente puesto en marcha, pero que hoy realmente es poco lo que se puede destacar de este, en donde el narcotráfico ha tenido un crecimiento exponencial en los últimos cinco años y donde esto ha sido caldo de cultivo para las regiones que son corredores estratégicos del narcotráfico y que no han contado con la suficiente presencia integral del Estado. Las masacres que se han registrado, los asesinatos de líderes sociales, el crecimiento en la creación de nuevos grupos delincuenciales y consolidación de los ya existentes e incluso las uniones temporales entre ellos para amenazar la economía, la seguridad y el gobierno en distintos lugares del país, en lo que algunos llaman la Colombia profunda, de las regiones, que a veces pareciera que se volvió más un lugar común con tintes de desdén que con ánimos de intervenciones eficaces y de rescates necesarios.

La pobreza en Colombia venía mejorando, el desempleo nos tomó con tasas por encima de los dos dígitos, la inequidad social sigue siendo considerablemente alta y la misma fragilidad de su economía, muy cerrada, con mercados muy concentrados y con un país que puede tener unas cinco realidades en una misma extensión territorial. Colombia era un país extremadamente vulnerable para afrontar esta pandemia.

No podemos controlar lo que nos ha pasado ni lo que nos va a pasar, hay que resaltar, rescatar, recoger y cuidar lo bueno que se ha hecho y construir a partir de ahí, revisar con mesura y con una participación diversa de colombianos las realidades que ya sabíamos que existían, pero que estaban tapadas y cobraron importancia por la pandemia, los defectos de nuestro sistema que quizá no conocíamos, la inoperancia de algunos elementos del Estado que quedaron expuestos en esta contingencia, y sobre todo ver la forma en que como país nos recolectamos y logramos recoger los pedazos que han quedado tirados por afrontar esta pandemia; los unimos, nos curamos y empezamos a edificar de adentro hacia afuera, a edificar un país que está acostumbrado a caerse y levantarse, un país que está acostumbrado a noticias trágicas.

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A nivel económico, los retos son claros. El primero de ellos es la creación de puestos de trabajo bien remunerados en la formalidad bajo un anhelo justo e ideal, pero el Estado no puede seguir siendo el mayor empleador del país, ni este puede seguir pensando que el Estado es el que debe generar esas soluciones, no. Tiene que existir una convergencia entre la empresa privada, pequeña, micro, mediana y gran empresa, con un claro matiz. Colombia tiene que apostarle a la creación de nuevas empresas, a que las personas saquen adelante sus emprendimientos, no se trata de descuidar a las ya existentes, por el contrario de seguirlas estimulando, de darles garantías, seguridad jurídica, entre otras. El Gobierno debe tener claro que esa creación de puestos de trabajo tiene que pasar por el sector privado, no por el sector gobierno.

Las estimaciones económicas más favorables como la de Corficolombiana, esperan un crecimiento económico del 5.3 % para el año 2021, muy ajustado a otras perspectivas que la elevan más allá del 4.5 %. Para esto es menester tirar de la cuerda de la confianza ciudadana, la cual ha estado debilitada por los últimos años y sus acontecimientos, una confianza que ha caído sustancialmente hacia el Gobierno Nacional, los gobiernos locales, la justicia, los medios de comunicación entre otros elementos del establecimiento; inclusive, hay desconfianza hacia una vacuna. Es necesario crear una alianza tripartita entre justicia, empresas y Gobierno que hablen realmente de una confianza ciudadana.

Colombia también tiene que hacer catarsis y revisar su portafolio de exportaciones, es hora de que el país se mire hacia adentro y estudie cuál es su papel en el mundo, que no tenemos hoy. Una de las líneas claras que el Gobierno tiene que seguir es fomentar la inversión extranjera, es momento de incentivar a empresas que han dejado mercados asiáticos, u otros, para que se asienten en Colombia, en sus regiones, con el fin de impactar y estructurar en las sociedades que hoy requieren dosis gigantes de dinamismo y reactivación.

La presencia del Estado en las regiones no se puede seguir considerando como un número de efectivos luego de un desorden público o problema de seguridad, el Estado no puede seguir creciendo descontroladamente en Bogotá de oficina en oficina, sino en los 32 departamentos. No puede ser que tengamos el desastre natural en San Andrés y Providencia y se anuncia fervientemente un plan de reconstrucción de 100 días, pero las personas no pueden hacer sus registros a través de sistemas electrónicos, y los encargados no se dieron cuenta de que en su momento no había suficientes computadores, conexiones a internet, es decir, la infraestructura necesaria. No se puede seguir divorciado de la realidad de las regiones, de los lugares más recónditos del país. Ya veníamos en este tipo de comportamientos desde hace unos diez años y uno espera que la pandemia lo cambie.

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La inversión en infraestructura tiene que estar encima de la mesa del Gobierno a través de alianzas público-privadas, del capital extranjero. Colombia tiene que dar pasos contundentes en la construcción de su sistema férreo, en la navegabilidad de sus ríos, en la puesta en marcha de un nuevo plan de construcción de autopistas. Paralelamente, este Gobierno no puede seguir tomando cursos asistencialistas económicos para algunas poblaciones, que incluso ya venían antes de la pandemia con un régimen amplio de subsidios. Hemos conocido los resultados de las políticas asistencialistas. No se trata de abandonar a las personas que hoy son desfavorecidas, se trata de que el Estado dé una mano, pero no para siempre, en donde la gente se recueste de forma indefinida.

Se tendrá que dar el debate sobre una reforma laboral, Colombia no puede seguir acostumbrada a tener el 50 % de sus personas en la informalidad. El salario diferencial por regiones tiene que volverse a poner sobre la mesa y seguir trabajando conjuntamente con los sectores minero energético y de telecomunicaciones para que esta reactivación sea una realidad, para que la inversión siga fluyendo, para que el empleo se siga generando y para que nuestro mismo sistema de salud siga mejorando. Hay que seguir avanzando a través de las nuevas tecnologías e inteligencia artificial, en más capacidad técnica, en que todo el país esté conectado, en que logremos derrotar tantos problemas que hemos tenido.

Se tienen que cuidar las finanzas públicas, se tiene que priorizar la salud mental de los colombianos, se tiene que priorizar la seguridad de quienes hoy son colombianos dentro de la legalidad y se tiene que jalar para un mismo lado como país. El Congreso y Gobierno serán claves a partir del año 2021 para darle a Colombia más que una esperanza un verdadero mensaje de trabajo desapegado de intereses políticos, particulares y empresariales, sino centrado en que los colombianos salgamos todos juntos de esta prueba que nos ha puesto la vida.

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