Respuestas reales contra la corrupción

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Por: Alfredo Ramos


La desazón de la ciudadanía por la política y por la Democracia va en evidente aumento.  Se   muestra   no   sólo   en   las encuestas   sino en la participación pública, especialmente en redes sociales.

Cada vez más indignación, cada vez más cansancio. Hemos llegado a un punto en el que estamos al borde de ingresar a un extremo impensable: el del populismo disfrazado de independencia, que toma como bandera la lucha contra la corrupción pero que, en la realidad, lo único que pretende es la obtención del poder para gobernar mediocremente y disfrazar sus entuertos, aún más sofisticados que los ya conocidos.
Ante esos riesgos existen respuestas contundentes.

Pero esas respuestas necesitan mucha voluntad política, criterio   y
carácter. Requieren alejarse del pragmatismo de aceptar a cualquier personaje “porque tiene votos” (una forma sutil en muchas ocasiones de decir que ciertos individuos compran votos) y evitar que oscuros intereses permeen la buena política sólo porque no existen sentencias judiciales en contra de algunos.

Los primeros llamados a hacer esos profundos cambios son los partidos políticos, pues ellos son grandes culpables de lo que está sucediendo hoy.  Especialmente los partidos antiguos, pero también influyendo sobre los más nuevos, que no han sido capaces de adaptarse a las necesidades que hoy está exigiendo la ciudadanía en materia de transparencia y lucha contra la corrupción.

Y no se pueden quedar atrás frente a una ciudadanía cada vez más informada,   cada   vez   más   exigente,   no   solo   de   lo   público   sino   también   de   lo privado, una ciudadanía que cada vez tiene más consciencia de su entorno. Los partidos tienen, entonces, que tomar decisiones directas en  contra de la corrupción, que más que leyes, normas o palabras bonitas en discursos, son hechos concretos que  muestren   ese compromiso por la  transparencia,  por las mejores decisiones y por los nuevos liderazgos. La gran reforma política contra la corrupción no es llenar de más normas el amplio espectro legislativo, que ha demostrado suficientemente su ineficacia. La verdadera respuesta a la rampante corrupción es el de ofrecer, y por supuesto elegir, los mejores líderes.

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Para ello, los   partidos   políticos   tienen   que   estar   dispuestos   a   hacer   unas grandes transformaciones en sus formas, en sus prácticas y en los liderazgos que están motivando. Los partidos políticos, para garantizar la lucha contra la corrupción, no sólo requieren de unas decididas manifestaciones en apoyo a temas fundamentales del desarrollo ciudadano en materia política, como el fortalecimiento de la educación, participación y cultura.

Adicionamente, se tienen que tomar decisiones internas importantes y, respecto de sus candidatos y servidores, que son la única   garantía   de   una   buena   política.  Los   partidos   políticos   tienen   que  estar dispuestos a asumir, a cualquier costo, decisiones fundamentales en ese sentido.Propongo tres para comenzar esos cambios profundos que los ciudadanos exigen, para que sea la institucionalidad partidista la que renueve las formas políticas:

  1. Una   apuesta decidida por el mérito: el mérito puede ser interpretado de muchas maneras, y tiene que ser basado no solo en capacidades académicas (pero sí son necesarios unos mínimos que garanticen conocimiento sobre el Estado), al que se debe sumarle muchas otras posibilidades: liderazgo social, liderazgo empresarial, liderazgo científico, liderazgo en la defensa de causas democráticas, entre otras. Se debe abrir las puertas a que ingresen al servicio público de manera decidida muchos ciudadanos provenientes de los sectores privado, solidario, académico y social.

Urge tener en lo público ciudadanos con gran capacidad de trabajo, que hace parte del mérito, esos que se tomen en serio el servicio público,  que estén  decididos a recorrer constantemente sus comunidades, a dar la cara y conocer la problemática de primera mano.

El nepotismo debe ser erradicado en todas sus formas.

Muchas de estas personas no ingresan a lo público pues los partidos políticos no les abren las puertas para participar o los clientelistas de profesión se dedican a entorpecer esos liderazgos con manidas prácticas que corrompen la Democracia.

  1. Una apuesta decidida por la transparencia: Todas las actuaciones de un partido político deben ser públicas, así como las de sus representantes y directivas.
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Acciones concretas de escrutinio ciudadano como la presentación pública de las declaraciones de renta, una constante comunicación sobre las reuniones de “lobby” y las presiones a las que son sometidas los servidores, una permanente rendición de cuentas sobre sus acciones, publicidad sobre cuotas políticas en administraciones y, en especial, una claridad meridiana sobre su financiación, generarían una visión muy diferente de los partidos políticos.

  1. Una apuesta decidida por la renovación: Los partidos políticos tienen que ser representativos de la sociedad en la que viven, por lo tanto, tienen que abrirle las puertas constantemente con inclusión y renovación a muchos sectores de la ciudadanía. Debe haber una decidida participación, inclusive, poniendo porcentajes mínimos de sectores como los jóvenes y mujeres, con listas cerradas para

corporaciones públicas que permitan el acceso a muchas de esas personas que no harían política de otras maneras.

Los partidos políticos deberían garantizar siempre una partición activa de nuevas personas cada vez entre sus candidatos, garantizando un mínimo porcentual importante de renovación en sus listas a corporaciones, y poniendo un límite al número de veces que alguien pueda aspirar a un cargo determinado.

Si   los   partidos   políticos   no   toman   esas   decisiones de fondo y, por pragmatismo, siguen sometidos al clientelismo, a la corruptela, a ser simplemente mandaderos de unos contratistas que les aportan a las campañas para después enriquecerse, la democracia está abocada a un rotundo fracaso.

Con unas nuevas generaciones que cada vez son más informadas, más conscientes, más exigentes, si los partidos políticos no dan el paso adelante en la lucha por la buena Política y contra la corrupción, podremos caer en el abismo populista, que se aprovecha del cansancio para profundizar la corrupción que dice atacar.

 

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