Llegar a la décima edición de la Revista 360, publicada una vez al año y distribuida de manera gratuita, es un logro que hoy parece casi un acto de terquedad y de fe: una convicción de que vale la pena defender los espacios donde todavía se piensa con calma, donde las ideas se analizan con tiempo y donde el país se mira con honestidad.
En un entorno donde buena parte de los medios de comunicación en Colombia se reduce, cierra o sobrevive a duras penas, seguir imprimiendo y distribuyendo una revista física es una apuesta arriesgada, incluso intrépida, porque no da likes instantáneos, no compite con el algoritmo y no responde a la velocidad de las modas. Pero la moda no necesariamente trae contenido ni contexto, y mucho menos construcción de largo plazo. Por eso insistimos, por eso seguimos de pie, creciendo, invirtiendo y generando empleo.
Esta edición de la Revista 360 existe gracias a más de cuarenta y cinco empresas y aliados que creen en la importancia de un periodismo responsable, serio y con vocación de país. Su apoyo no es un simple patrocinio: es una defensa activa del debate informado, del contraste de ideas, de los datos que permanecen cuando el ruido desaparece, de las reflexiones que no se evaporan en un segundo.
Revista 360 respalda al sector empresarial
La empresa privada debe comprender que sostener medios rigurosos no es un asunto de publicidad, sino de responsabilidad con la democracia y con la construcción de futuro, porque sin estos espacios el país queda a merced de la inmediatez, de la manipulación y de los extremos. Colombia atraviesa un momento que exige sinceridad intelectual: un análisis que no sea panfletario ni complaciente, sino honesto. El deterioro en áreas fundamentales ya afecta la vida cotidiana de millones de ciudadanos.
La salud es un ejemplo claro para la Revista 360. El gobierno, movido más por su molestia con la participación del sector privado que por la evidencia, intentó imponer una reforma sin aprobación plena del Congreso, lo que convirtió una discusión técnica en una pelea visceral, ideológica y casi estomacal.
Cuando la política pública se diseña desde el rencor y no desde los datos, quienes pagan el precio son los ciudadanos, especialmente los más pobres, porque en salud lo esencial debe ser siempre la vida, la dignidad y el acceso real a un servicio oportuno y de calidad.
Para la Revista 360, en materia económica, hay señales mixtas. Los datos recientes de desempleo son alentadores y el crecimiento, aunque positivo, sigue siendo insuficiente. Crecer poco en un país profundamente desigual es casi una forma de estancamiento, y la inflación, aún lejos del rango meta, continúa siendo el impuesto más cruel: el que castiga con mayor fuerza a quienes menos tienen. A esto se suma la sensación de que parte de la economía es artificial, alimentada por actividades ilegales que distorsionan precios, territorios y decisiones políticas.
Sin embargo, el sector privado ha resistido y ha seguido invirtiendo incluso en medio de la incertidumbre, desempeñando el papel que le corresponde como red de estabilidad y resistencia frente a cualquier agenda que pretenda debilitar la iniciativa empresarial y el empleo formal.
La inseguridad es otra realidad imposible de ignorar. No es una percepción: es un hecho que se expresa en la extorsión, en el control territorial de grupos criminales y en el miedo cotidiano que sienten tanto emprendedores como trabajadores. Recuperar la seguridad no es un lujo: es una condición mínima para cualquier proyecto de país. El próximo gobierno tendrá la tarea urgente de recuperar territorios, fortalecer a la Fuerza Pública, modernizar sus capacidades y enfrentar de manera decidida las redes criminales que se nutren de la ilegalidad.
En paralelo, hay sectores esenciales que suelen quedar relegados del debate nacional. El agro, por ejemplo, sigue siendo una riqueza desaprovechada. Colombia tiene suelos fértiles, agua, diversidad climática y potencial exportador, pero miles de productores no pueden sacar sus bienes al mercado por falta de vías terciarias, por la poca presencia del Estado y por la inseguridad rural. El agro no debe seguir siendo un diagnóstico repetido, sino un motor de desarrollo que requiere crédito accesible, infraestructura y tecnología.
Lo mismo ocurre con las telecomunicaciones, donde persiste una brecha enorme que limita oportunidades en educación, tecnología y productividad. Un país que aspire a competir necesita conectividad de calidad, expansión de redes, reglas claras y competencia real, porque sin conexión no hay educación moderna, ni empresas eficientes, ni ciudadanos plenamente integrados al mundo.
La educación, por su parte, es quizá el tema más urgente y el menos abordado. No habrá movilidad social ni innovación si no se actualizan los programas educativos, si no se fortalecen la educación técnica y universitaria y si no se forma talento capaz de enfrentar los retos del siglo. Un país que se enorgullece de su potencial debe empezar a convertir ese potencial en capacidades reales, y eso comienza en las aulas, en los maestros y en un sistema que prepare a jóvenes para trabajar, innovar y crear.
A todo esto se suma un distanciamiento creciente entre las élites políticas y académicas y la realidad cotidiana de millones de compatriotas que viven en la informalidad, que dependen de un transporte público deficiente o que habitan regiones donde el Estado solo aparece en discursos. Colombia necesita que todas sus élites —empresariales, políticas y sociales— escuchen más, caminen más y comprendan más, porque ningún proyecto será sostenible si sigue desconectado de las urgencias reales del país.
Colombia no es hoy un país rico, pero tiene todo para serlo si deja de avergonzarse de su vocación productiva. Posee gas, petróleo, carbón, minería, suelos fértiles, agua y biodiversidad: recursos que deben ser aprovechados de manera responsable, con concesiones transparentes, controles estrictos y estándares ambientales altos.
Aprovechar la riqueza natural no significa negarse a la transición energética, sino hacerla con madurez, usando las rentas actuales para diversificar la economía e invertir en ciencia, educación e infraestructura. Del mismo modo, acabar con la informalidad debe convertirse en una obsesión nacional, porque la formalidad es la única vía hacia la protección social, el empleo digno y la competitividad.
Para la Revista 360, La tecnología y la energía completan este mapa de prioridades. El mundo avanza sin esperar a nadie y Colombia debe digitalizar el Estado, cerrar brechas de conectividad, adoptar buenas prácticas internacionales y modernizar su matriz energética para garantizar seguridad, tarifas razonables y autosuficiencia. Un país con energía estable, infraestructura, tecnología, seguridad y educación tiene la base para cualquier sueño colectivo.
En este contexto, el 2026 es un año especialmente decisivo. Colombia elegirá presidente y Congreso, y aunque esta revista llegue a 20.000 personas y logre un impacto real de más de 70.000, quienes la leen ocupan posiciones privilegiadas, influyentes, muchas veces decisivas. Muchos de ustedes generan empleo, invierten, han confiado en Colombia cuando otros se han ido, y si mañana un grupo pequeño, pero determinante de ustedes decidiera marcharse, el país temblaría.
Esa responsabilidad no puede ignorarse, especialmente cuando se acerca una elección que definirá el rumbo nacional. No podemos exigir excelencia a nuestros equipos de trabajo y luego elegir para los cargos más importantes a quienes triunfan solo en redes sociales, cuentan chistes o buscan aplausos fáciles.
Gobernar un país exige preparación, criterio, credenciales, autoridad y carácter. Participar en política no es necesariamente ser candidato: es contribuir al debate, escuchar propuestas, promover ideas, abrir espacios para que la gente conozca a los mejores, acompañar conversaciones y visibilizar a quienes representan la seriedad que Colombia necesita.
Hoy faltan esperanza y certidumbre. Por eso muchos jóvenes no quieren tener hijos y miles de colombianos se van sin intención de volver. La pregunta es cómo construir un país en el que queramos quedarnos, invertir, trabajar, estudiar y formar familia. La respuesta pasa por elegir bien, por participar sin miedo, por defender la meritocracia y por promover un liderazgo serio que mire al futuro con responsabilidad.
Seguir haciendo esta revista 360 es una decisión económica, pero también ética. Es creer que todavía hay ciudadanos que quieren argumentos y no consignas, hechos y no rumores, profundidad y no ruido. Con esta décima edición reafirmamos nuestro compromiso de seguir informando, cuestionando y proponiendo.
Colombia tiene con qué, lo que falta no es potencial, es decisión, y esa decisión ya no puede aplazarse más. Este país puede aspirar a más, mucho más, si trabajamos juntos, con la mirada puesta en el largo plazo, con la serenidad de quien entiende que el progreso se construye con paciencia, con responsabilidad y con convicción.
