Riesgos fiscales y geopolíticos: las amenazas que complican la meta de inflación del 3%

La inflación baja más lento de lo previsto, y los riesgos fiscales y externos nublan el horizonte económico de Colombia.

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Pese a una reducción reciente en la inflación, el panorama macroeconómico de Colombia sigue lejos de ser alentador. El Banco de la República prevé que la inflación continúe bajando gradualmente, pero ha advertido con firmeza que los riesgos fiscales y la incertidumbre externa podrían retrasar —o incluso descarrilar— la convergencia hacia la meta del 3 %.

El más reciente Informe de Política Monetaria, hace un llamado de atención frente al deterioro del marco fiscal del país, que ha elevado la prima de riesgo soberano, presionado al alza las tasas de interés y puesto en entredicho la capacidad del gobierno para responder ante choques económicos.

El impacto de los riesgos fiscales sobre el rumbo económico

Los riesgos fiscales están presentes desde hace meses, pero se han intensificado tras la publicación del Marco Fiscal de Mediano Plazo (MFMP), en el que el Gobierno Nacional Central proyecta un déficit fiscal del 7,1 % del PIB para 2025, una cifra sustancialmente superior al 5,1 % previsto en el Plan Financiero. Para 2026, el déficit se ubicaría en 6,2 %, muy por encima del 4,3 % que se estimaba el año anterior.

Estas cifras no solo revelan una presión creciente sobre las finanzas públicas, sino que han afectado directamente la percepción de riesgo del país en los mercados internacionales. En consecuencia, la prima de riesgo (medida a través del credit default swap a cinco años) aumentó respecto al informe de abril, y se espera que promedie 232 puntos básicos en 2025 y 255 en 2026. Esto implica un encarecimiento sostenido del financiamiento externo para Colombia.

Riesgos Fiscales en Colombia

Los riesgos fiscales obligan a una política monetaria más cautelosa

Aunque la inflación ha mostrado signos de moderación —cayendo de 5,1 % a 4,8 % en junio—, esta reducción fue menor a lo esperado. En parte, esto se explica por factores coyunturales como la reducción en las tarifas de energía eléctrica, una mayor oferta de alimentos y un dólar más barato. Pero también inciden elementos estructurales que podrían revertir esta tendencia si no se gestionan bien los riesgos fiscales.

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El Banco de la República ha sido claro en su diagnóstico: mantener la tasa de interés en 9,25 % es una decisión que responde al lento descenso de la inflación y a un entorno con riesgos al alza. Si el gasto público sigue aumentando sin el respaldo de ingresos sostenibles o reglas fiscales claras, la presión sobre los precios podría intensificarse. Una política fiscal expansiva en un contexto de tasas elevadas y alta deuda se convierte en un combustible adicional para la inflación.

De hecho, el informe advierte que el deterioro de las cuentas fiscales ha elevado la vulnerabilidad del país ante un eventual choque de financiamiento externo y ha presionado al alza la tasa de interés neutral. En otras palabras, hoy se necesita una tasa de interés más alta para lograr los mismos efectos que en el pasado, lo que complica aún más la tarea del Banco.

A los riesgos fiscales internos se suma un contexto internacional inestable. Aunque algunas tensiones comerciales entre Estados Unidos y otras economías se han moderado, el impacto de las políticas arancelarias de ese país sigue generando volatilidad. Según el informe, la Reserva Federal mantendrá su tasa en niveles altos por más tiempo de lo previsto, lo que afectará las condiciones de crédito y el flujo de capitales hacia mercados emergentes como Colombia.

El precio del petróleo, uno de los principales generadores de divisas del país, también ha sido revisado a la baja. El Banco estima un promedio de 68 dólares por barril Brent para 2025, por debajo de los niveles anteriores, debido a una mayor oferta global y la acumulación de inventarios. Si bien el café y el oro han tenido un buen comportamiento, no alcanzan a compensar del todo la caída en los ingresos del sector mineroenergético.

PETROLERO

Los riesgos fiscales como freno al crecimiento

Un aspecto menos discutido, pero igual de importante, es cómo los riesgos fiscales pueden afectar el crecimiento. Si el gobierno se ve forzado a hacer ajustes bruscos para cumplir con metas fiscales —por ejemplo, recortando inversión pública o programas sociales—, el crecimiento del PIB podría resentirse. De hecho, el propio Banco ajustó a la baja la proyección para 2026, de 3,0 % a 2,9 %, en parte por estos factores.

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Por otro lado, si los mercados perciben que el país no tiene una estrategia fiscal clara, el costo del financiamiento aumentará y los inversionistas podrían buscar opciones más seguras, reduciendo la disponibilidad de crédito para empresas y hogares.

Colombia enfrenta un dilema complejo: mantener el impulso económico sin comprometer la estabilidad de precios, todo ello en medio de un panorama fiscal comprometido y una política monetaria que, por necesidad, debe seguir siendo restrictiva.

El Banco de la República ha optado por la prudencia. Su diagnóstico sugiere que, incluso si la inflación continúa bajando, aún no es momento de relajar la política monetaria. Esto es especialmente cierto cuando el panorama está dominado por riesgos fiscales que podrían hacer que el esfuerzo antiinflacionario pierda efectividad.

La importancia de restaurar la credibilidad fiscal

Más allá de los movimientos de corto plazo, el verdadero desafío es reconstruir la credibilidad en la política fiscal del país. Para ello, se requiere restablecer reglas claras, presentar un plan creíble de reducción de déficit y mejorar la eficiencia del gasto. De no hacerlo, los riesgos fiscales podrían convertirse en una fuente permanente de inestabilidad, que afecte no solo la inflación, sino también la inversión, el empleo y la calidad de vida de millones de colombianos.

Colombia ha logrado avances importantes en la reducción de la inflación, pero aún está lejos de la meta del 3 %. Y si los riesgos fiscales siguen creciendo sin contención, ese objetivo podría volverse inalcanzable.

El país necesita un reequilibrio urgente entre política fiscal y monetaria. No se trata solo de ajustar tasas o recortar gasto, sino de recuperar la confianza en la gestión económica del Estado. Sin ella, ni el Banco de la República ni el sector privado tendrán el margen necesario para tomar decisiones de largo plazo.

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