La ecuación no puede cuadrarse a costa de los partidos que desde el primer día han apoyado el gobierno y que hoy, es un secreto a voces, no se sienten adecuadamente representados
Por: Rafael Nieto Loaiza
La gobernabilidad es condición indispensable para un buen gobierno. Una de sus fuentes, la más deseable, proviene del apoyo ciudadano. Uribe nunca bajó del 70% de aprobación. Con esa fuerza, el grueso de sus iniciativas salió adelante.
La otra es un acuerdo con partidos que garantice mayorías en el Congreso. Fue lo que construyó Santos, tan impopular como efectivo a la hora de obtener apoyos.
Santos, sin embargo, basó su gobernabilidad en métodos inmorales, en complicidades en el delito y en el desangre de los presupuestos públicos por vía de la mermelada. Para ello concedió contratos a tutiplén y entregó entidades a parlamentarios para que aumentaran la burocracia y entraran a saco a sus presupuestos, sin control alguno.
Insisto en que la prioridad de Duque es la gobernabilidad. Sin ella no puede sacar adelante sus propuestas en el Congreso. Peor, hoy es rehén de una mayoría parlamentaria de “independientes” y oposición. Duque necesita quitarse de encima esa sombra amenazante.
Para lograrlo requiere que Cambio Radical, con quien hay afinidades programáticas, entre al gobierno. Y que también lo haga de hecho la mayoría de la U (con Roy y secuaces no es deseable un acuerdo). Es posible también un compromiso con el liberalismo.
Ahora bien, para que esta gobernabilidad no se funde en la mermelada ni complicidad delincuencial, es indispensable que el acuerdo sea programático y público; que los nombres de quienes harán parte del gobierno no sean impuestos sino cuidadosamente escogidos por el Presidente, y que Duque se reserve para si el segundo de a bordo o, en todo caso, los encargados del control interno.
Un gobierno de coalición es lo usual cuando la elección del jefe de gobierno es resultado, como fue la de Duque, de una alianza electoral. Que quienes hicieron parte de esa alianza hagan parte del gobierno no solo no es incorrecto sino que es lo natural. Lo que es indeseable e inaceptable y hay que evitar a toda costa, es la corrupción. No puede olvidarse que a este gobierno lo elegimos para romper con el régimen y para luchar, sin tregua, contra los corruptos.
Un par de observaciones finales: en este complejo rompecabezas, la ecuación no puede cuadrarse a costa de los partidos que desde el primer día han apoyado el gobierno y que hoy, es un secreto a voces, no se sienten adecuadamente representados. El peor escenario es el de un gobierno que incendia su lado de la pradera.