“No puede ser un proceso unilateral y ciego (…), solo tiene sentido si nos permite exportarles carne y leche”, planteó Fedegán en 2004, cuando iniciaron las negociaciones del TLC con Estados Unidos.
Por: José Félix Lafaurie
Cuando se firmó, en 2006, ante los negativos resultados para la ganadería, afirmé públicamente que “sin acceso real al mercado de USA, el TLC no es ni moral ni políticamente defendible”.
Hoy, 15 años después, sigue siendo indefendible para la ganadería, pues mientras los cupos para vendernos leche sin arancel se copan y se sobrepasan por un arancel extracupo también favorable, no hemos logrado exportar un kilo, ¡ni uno solo! de carne a ese mercado, lo cual no se compadece con el esfuerzo ganadero para sostener el estatus de país libre de aftosa, que ha sido argumento para semejante desequilibrio.
Afortunadamente, a partir del desplome del mercado venezolano en 2009, Fedegán, a través del Fondo para el Fomento de las Exportaciones, FEP, con el apoyo, a veces sí y a veces no, de las instituciones de comercio exterior, empezó a tocar puertas para la carne colombiana.
Hoy exportamos a más de ¡20 mercados! y nos acercamos a la meta de 500 millones de dólares para 2022. En 2015 exportamos 10.614 toneladas y 50.661 animales; en 2020 multiplicamos por tres las exportaciones de carne, con 34.124 toneladas, y por más de cinco las de animales, con 264.107 cabezas, a una lista de destinos en la que no figura Estados Unidos.
En la que sí aparece de primero es en la de vendedores de lácteos a nuestro país. En 2013 se importaron 16.314 toneladas, equivalentes a 183 millones de litros y al 5,9 % del acopio de la industria. En 2020 fueron 73.663 toneladas, equivalentes a 846,5 millones de litros, que ya no son un rasguño, sino el ¡24,7 % del acopio formal!; es decir, que la cuarta parte de lo que la industria requiere, ha dejado de comprarla a los campesinos colombianos.
En 2020, el 55 % de esas importaciones llegó de Estados Unidos; 40.515 toneladas, de las cuales 31.004 eran de leche en polvo, superando en cerca de 20.000 toneladas el cupo de 11.790 que podía ingresar sin arancel.
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Las preguntas se imponen: ¿Por qué, si más de 20 países con los que no tenemos TLC nos compran carne, Estados Unidos, país con el que tenemos uno firmado desde hace más de una década, que compra anualmente más de dos millones de toneladas, no abre una compuerta siquiera a nuestra carne?
¿Por qué, si Estados Unidos no nos compra un solo kilo de carne, el TLC puede obligar al país a recibir toda la leche que nos quiera vender, con el concurso de una industria insolidaria con el ganadero colombiano? ¿Por qué, en medio de la difícil situación de nuestros campesinos, agravada por la pandemia y la insensatez del paro, Colombia le hace “el favorcito” de comprarles su leche a prósperos ganaderos estadounidenses?
Ante tamaño desequilibrio, Fedegán solicitó la salvaguarda contemplada en el Tratado, que fue admitida y avanza en el proceso para “cerrar el chorro” de importaciones. La ministra Lombana, de Comercio, y el ministro Zea, de Agricultura, están al tanto de nuestro justo reclamo y comparten la urgencia de darle solución, y estamos seguros del compromiso del embajador Pinzón con el reto de poner el primer kilo de carne colombiana en Estados Unidos, pero mientras no sea así, nos opondremos al ingreso indiscriminado y creciente de leche, que hoy causa “lesión enorme” a nuestros ganaderos.
Para la ganadería no es un tema meramente comercial…, es un asunto de supervivencia.