Se pidieron al Papa

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Por: Fernando Londoño

Este Juanpa es capaz de dividirnos con todo y por todo. Lo que le faltaba era conseguir al Papa para su equipo. O simular que lo ha fichado –como en fútbol se dice- para la próxima temporada. Ya quedamos en que los enemigos de la paz, como nos llama, terminaremos siendo también enemigos del Papa Francisco.
Este era un país eminentemente católico, apostólico y romano, que fue enfriando su fe en la medida en que muchos de sus pastores abandonaron el redil para dedicarse a la política. El crecimiento fenomenal de las confesiones cristianas, no católicas, tiene que ver con la sed de millones de feligreses que quieren oír hablar de Dios, de la Biblia, del Amor, de la Caridad, de las virtudes teologales, de las obra de misericordia, del valor de la familia, del sufrimiento, de la pobreza. Que les molesta ver a sus obispos con botas de guerrilleros y los fatiga la prédica de la reconciliación, sin que se les diga con quiénes, del perdón para los que no lo piden, de la verdad cuando la oscurecen tan a propósito.

En estas circunstancias viene el Papa, uno de esos hombres fantásticos que han gobernado la Iglesia de Jesús en los últimos cincuenta años. Pero ya se lo pidieron. Porque lo traen para hablar a favor de Timochenko y lo que Timochenko representa. Lo han importado para impulsar el proceso de paz que maneja un ateo confeso y orgulloso de serlo, sin la menor consideración por la moral de este pueblo, de su gente humilde, de las víctimas incontables de las crueldades de unos marxistas feroces, doblados de narcotraficantes, a los que hay que entregarles la nación entera.

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Traen al Papa, jesuita por la gracia de Dios, para ponerlo del lado de uno jesuitas marxistas, a quienes les entregaron la patente de la Compañía de Ignacio de Loyola. Esa en la que nos educamos miles de colombianos a quienes nos enseñaron que el marxismo era intrínsecamente perverso y enemigo de nuestra Santa Iglesia, y que desde ahora quedamos excluidos de la palabra de Francisco.

El Papa no viene a unirnos, porque lo traen a echarle sal a la herida de nuestros sufrimientos. Porque lo han invitado para que bendiga a los peores delincuentes de la Historia de América, a los más desalmados, a los más crueles. Cómo se van a reír, a carcajada viva, Timo y Márquez y Santrich y Pascuas, y Romaña y Granda, cuando les digan que su Santidad viene a Colombia para bendecirlos. ¡Qué horror!

El señor Nuncio de su Santidad, Ettore Balestrero, le ha dado un reportaje a El Tiempo, en la misma edición en que El Tiempo publica una incipiente investigación sobre lo que las FARC han hecho de las mujeres en Colombia. Con esa cuota inicial, Monseñor Ilustrísima podrá conocer a quiénes hablamos, por quiénes imploramos un perdón que no piden, a quiénes vamos a entregar el manejo del país. Y el Papa, su Santidad amada, viene a impulsar la paz con esos salvajes, sobre la base de la impunidad total, de la conservación de sus armas y del maldito negocio de la cocaína que a su Ilustrísima molesta.

No le hagan tanto daño a Colombia, señor Cardenal, señores Obispos de Tunja y de Cali. No acaben de dividirnos, de humillarnos, de quitarnos el consuelo de la Iglesia amada. Hemos sufrido ya lo suficiente, para que nos traigan más dolor. Dejen a Francisco que nos hable de Dios, de su Hijo Jesucristo, de María y del camino del cielo. ¿Será mucho pedir?

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