Sergio Fajardo y el desafío de unir al centro político rumbo a la Presidencia 2026

Con 68 años y una carrera marcada por la coherencia, Sergio Fajardo vuelve al ruedo presidencial decidido una vez más a intentar llegar al poder.

Foto: Redes sociales

Sergio Fajardo anunció su candidatura presidencial para 2026 bajo el sello de Dignidad & Compromiso. Será su tercera campaña formal por la Casa de Nariño y, quizá, su última oportunidad real para consolidar al centro político en un país donde los extremos han dominado la agenda. Con 68 años, el exgobernador de Antioquia y exalcalde de Medellín enfrenta un reto histórico: pasar por primera vez a una segunda vuelta, ese peldaño que siempre ha sido su verdadero muro electoral.

Matemático de profesión y académico de vocación, Sergio Fajardo irrumpió en la política con un estilo distinto, marcado por la educación, la transparencia y el urbanismo social. Sus gestiones en Medellín y Antioquia le otorgaron prestigio y un capital simbólico de buen gobierno, pero a nivel nacional ese respaldo se ha desvanecido frente a la fuerza de liderazgos más carismáticos y polarizantes. En 2018 fue tercero y en 2022, cuarto, siempre con la misma dificultad: traducir coherencia y decencia en una opción competitiva.

Las elecciones de 2026 se darán en medio de un escenario político dividido en tres bloques con fisuras internas. El Pacto Histórico, que llevó a Gustavo Petro al poder, enfrenta el desgaste del gobierno y la dificultad de escoger un sucesor que mantenga unido a su variado espectro ideológico. La derecha, huérfana de un liderazgo como el de Álvaro Uribe, intenta reorganizarse con figuras regionales y discursos de oposición, pero aún carece de cohesión nacional.

En el centro, el panorama sigue siendo frágil: la experiencia fallida de la Coalición Centro Esperanza en 2022 dejó heridas abiertas, desconfianza y falta de estrategia común.

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Es en este espacio donde Fajardo aparece como el referente más visible, aunque también como el símbolo de las limitaciones del centro: incapacidad de unidad, exceso de egos y proyectos que suelen quedar en lo testimonial.

Sergio Fajardo 2026: ¿La última oportunidad del centro en Colombia?

El “profesor” Sergio Fajardo llega con un inventario claro de fortalezas y debilidades. Entre sus activos está su experiencia de gobierno probada, con resultados concretos en Medellín y Antioquia que lo avalan como gestor eficaz. Su reputación de integridad es otro punto a favor, especialmente en un país golpeado por la corrupción. La reciente absolución en el caso Hidroituango lo despeja de cuestionamientos judiciales y lo deja libre de flancos débiles en ese frente. Además, conserva atractivo entre un voto de opinión urbano, académico y joven que valora la racionalidad y el debate técnico.

Foto: Campaña Sergio Fajardo

Pero sus pasivos pesan con fuerza. Su estilo sereno y profesoral, aunque coherente, es visto como distante y frío frente a rivales con discursos emocionales y confrontativos. Su historial de indecisión estratégica —como el voto en blanco en 2018 o las dificultades para concretar alianzas en 2022— le ha dado fama de “tibio”, una etiqueta que le cuesta sacudirse. Y su limitada presencia territorial sigue siendo un talón de Aquiles: fuera de Antioquia, Bogotá y el Eje Cafetero, su mensaje no logra calar con fuerza.

El futuro de Sergio Fajardo puede delinearse en tres escenarios. En el optimista, logra construir una coalición amplia desde 2025, sumando a sectores del Partido Verde, liberales independientes y líderes regionales. Con una lista fuerte al Congreso, se posiciona como la alternativa de moderación frente a los extremos.

En el escenario más realista, repite la historia de 2018 y 2022: una campaña respetada, con rigor intelectual, pero sin músculo político suficiente, quedando nuevamente por fuera de la segunda vuelta. El tercer escenario, más disruptivo, dependería de una crisis de gobernabilidad o un escándalo que sacuda a los bloques tradicionales y abra espacio a su imagen de estabilidad.

El electorado colombiano es volátil y fragmentado. Si bien existe un voto de opinión racional al que Fajardo apela, la mayoría de los votantes deciden con base en emociones como el miedo, la indignación o la esperanza. En ese terreno, los discursos épicos y las narrativas de confrontación suelen tener más fuerza que los proyectos técnicos. Por eso, el principal desafío de Fajardo no está en su coherencia, sino en su capacidad de comunicar con emoción y generar un propósito colectivo.

Más allá de la primera vuelta, la verdadera elección de Sergio Fajardo será la segunda. Su gran ventaja radica en que, de llegar a esa instancia, podría convertirse en un candidato de consenso: ante un rival de izquierda o de derecha, los votantes del bloque contrario tenderían a apoyarlo como una opción de equilibrio. El problema es superar la barrera inicial. Para ello, su gran prueba será la elección legislativa: si su lista al Congreso logra un resultado fuerte, su candidatura se consolidará; si no, se desinflará antes de tiempo.

Además, deberá demostrar que puede tejer alianzas, algo que históricamente ha rehusado. Su rechazo a negociar con políticos tradicionales le ha dado coherencia, pero también lo ha dejado sin la maquinaria que otros candidatos han aprovechado. En este punto, el recuerdo de cómo Gustavo Petro logró sumar a figuras como Armando Benedetti y Roy Barreras en 2022 es una lección inevitable.

Sergio Fajardo encarna hoy la bandera del centro y ha absorbido buena parte de ese espacio, especialmente tras la salida de Claudia López. Sin embargo, para ser competitivo necesita audacia: audacia para tender puentes sin renunciar a sus principios, para hablar con más firmeza en seguridad y economía, y para emocionar a un electorado que lo percibe como decente pero quizá insuficiente para liderar en tiempos de crisis.

Si logra pasar a la segunda vuelta, tiene amplias posibilidades de convertirse en presidente. Pero si repite los errores de campañas pasadas, corre el riesgo de ser recordado como el mejor presidente que Colombia nunca tuvo.

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