EDITORIAL
Nuestro editorial tiene que ver hoy con la indisciplina social en distintos lugares del país frente a la pandemia, frente al presunto rebrote que ya está afectando a Colombia. Hemos visto cómo el alcalde de Medellín, Daniel Quintero Calle, hace poco posteó un video en su cuenta de Twitter en donde afirmaba que ni con 10.000 camas de uci se podían atender a las personas ante la indisciplina. En el video se veían a distintas parejas bailando en un parque público de la ciudad en una clara aglomeración, las personas tenían mal puesto el tapabocas.
Medellín y Antioquia son la zona del país más afectada en la actualidad por la nueva alza de los casos de contagiados por covid-19. Para el alcalde, aún nos encontramos en meseta, mientras que para el gobernador de Antioquia, Aníbal Gaviria Correa, todo el comportamiento va a ser el que determine qué va a pasar en diciembre; están convencidos de que no quieren hacer más cierres pero ante la indisciplina social se podría tornar imposible no hacer cierres.
Una cosa es la realidad que muestran las cifras, lo que piensan los gobernantes, los equipos de epidemiólogos y lo que pasa en las calles. Cada ciudad es un mundo, cada barrio es una ciudad distinta y estamos desconociendo la condición humana, la reacción a la opresión, a las prohibiciones y estamos creyendo que con encerrar a las personas van a cambiar. Venimos de un cierre prolongado, de más de cinco meses, con todo lo que se padeció y aún así muchas personas no aprendieron a tener unos mínimos protocolos de autocuidado.
Tenemos las discotecas cerradas pero los apartamentos se han convertido en las nuevas discotecas, y en unos casos más descarados como en Medellín han abierto discotecas clandestinas donde se juntan miles de personas para rumbear y ninguna autoridad hace presencia y mucho menos se anuncian o ejecutan sanciones que quizá es el flanco por el cual se debería atacar la indisciplina social.
Para comerciantes y empresarios pensar en nuevos cierres es un absurdo y sobre todo para los meses de noviembre y diciembre, en donde tenían puestas sus esperanzas de alguna recuperación económica. Si las camas de uci no son suficientes las autoridades tendrán que tomar este tipo de medidas, a no ser que opten por otra estrategia que sea muy trágica cómo escoger quién vive, quién muere o permitir que el virus se propague libremente hasta llegar a unos niveles que nos permitan hablar de una aparente inmunidad de rebaño.
Más allá de cualquier responsabilidad que tenga algún gobernante y que los ciudadanos se la quieran achacar a ellos, preocupa el comportamiento ciudadano y que miles de empresas, supermercados y centros comerciales, relajaron sus medidas. Si bien el tapete con alcohol o amonio cuaternario, el termómetro y el antibacterial no garantiza que se detenga una propagación sí es claro que por lo menos unos niveles mínimos de asepsia limitarían ese riesgo y permitirían una interacción más sana.
En centros comerciales y en distintos lugares ya no se limitan los aforos, no se respetan esas normas preliminares que se establecieron y eso ha desencadenado en el nuevo pico de contagios que Colombia está viviendo.
¿Solución? La más efectiva, que cada ciudadano se cuide, sea responsable, que guarde la distancia social, use tapabocas correctamente y que no acuda a aglomeraciones. Si esto no funciona, si cada ciudadano no pone de su parte será inminente un nuevo cierre y con ello las nefastas consecuencias.