Santos hubiera querido cobijar a las Farc con una amnistía plena. Pero no era posible porque la Corte Penal Internacional ha establecido que los crímenes internacionales no pueden ser objeto de amnistía o indulto.
Por: Redacción 360 Radio
En días pasados, el expresidente Uribe sugirió pensar en una amnistía general.
Creo que quería obligar a una reflexión sobre la agresiva desigualdad que hay en que los criminales de guerra y de lesa humanidad de las Farc, los más espantosos, no paguen ni un solo día de cárcel y en cambio quienes han cometido delitos menores sí vayan a parar con sus huesos en prisión.
Santos hubiera querido cobijar a las Farc con una amnistía plena. Pero no era posible porque la Corte Penal Internacional ha establecido que los crímenes internacionales no pueden ser objeto de amnistía o indulto. Por eso el pacto estableció un doble tratamiento: amnistía para la guerrillerada y una jurisdicción especial para los jefes, sin cárcel.
Ahora, a diferencia de los procesos de paz anteriores, que se limitaron a la impunidad de los violentos, a las Farc se le dieron beneficios políticos extraordinarios.
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El tratamiento judicial y político especial para las Farc es una ruptura al principio de igualdad frente a la ley, columna vertebral de las democracias y el estado de derecho. Hay que estudiar mecanismos que resuelvan la profunda inequidad de ese tratamiento y lo ofensivo que resulta para las mayorías ciudadanas. Con dos advertencias: hoy no caben amnistías o indultos para crímenes internacionales y la amnistía solo es posible para delitos políticos, no para delitos comunes.
El camino para resolver la injusticia, sin embargo, no es la extensión a otros de la impunidad de facto para las Farc o de sus beneficios políticos. La impunidad no solo es radicalmente injusta y es partera de nuevas violencias, sino que es un estímulo perverso para seguir delinquiendo y para que otros delincan. Ampliarla es antipedagógico, envía el mensaje equivocado. Y premiar con beneficios políticos a otros criminales peligrosos solo erosiona aún más el sistema democrático y contribuye a ensuciar con indeseables los recintos de debate y toma de decisión institucionales. Me ofende ver a los criminales de las Farc en el Congreso. No me compensará ni tranquilizará ver a otros criminales en él.
Estoy convencido de que la vía que tenemos que recorrer es la contraria. Si queremos ser una sociedad civilizada es indispensable sancionar efectivamente a quien delinque, erradicar de una vez y para siempre la impunidad, y dejar de tratar mejor a los criminales, a quienes tienen por único mérito el fusil y el asesinato.