Por: Alberto Bernal
El presidente electo Iván Duque tuvo otro excelente acierto al nombrar al presidente de Fenalco, el doctor Guillermo Botero, como su nuevo ministro de Defensa. Guillermo es un gran colombiano y un gran patriota, además de ser una persona que goza de un envidiable sentido del humor. Estoy seguro de que Guillermo será un excelente ministro.
El Presidente siempre me dijo que él iba a nombrar un gabinete “de los mejores” y que iba a nombrar un equipo completamente alejado de la política partidista y de la mermelada, porque el país no aguantaba más politiquería. Sin duda alguna, está cumpliendo.
Estoy seguro de que el nombramiento de Guillermo va a ayudar a generar mucha más institucionalidad y eficiencia en las FF.MM. Sin embargo, como era de esperarse, muchos críticos de la gestión del presidente electo ya comenzaron a atacar fuertemente al doctor Botero por sus ideas sobre por qué se debe poner coto a las consultas populares dentro de una democracia, una idea que para la izquierda significa una violación de los derechos fundamentales, pero que para personas como yo, que entendemos la necesidad de avanzar los procesos de inversión para que la economía funcione, son apenas lógicas.
Me contaba Guillermo en una conferencia en la que compartimos podio en Bogotá hace unos meses que en Perú, un país con una industria minera mucho más relevante que la de Colombia, en este momento solamente se están cursando cuatro consultas populares para decidir si se avanzan o no proyectos mineros, mientras que en Colombia estamos llegando a niveles cercanos a las 1.000 consultas, si la memoria no me traiciona.
La idea de Guillermo no es una idea totalitaria, como dicen algunos radicales. Es una cuestión de lógica simple, de poder crecer la economía para lograr que los niños colombianos tengan un mejor futuro.
Porque hay algo muy claro: nos guste o no, la minería es parte fundamental de la civilización, una industria que va a seguir existiendo porque absolutamente todo lo que hacemos los humanos en el día a día depende en cierta forma de esta.
Las personas que creen que las ideas del doctor Botero implican acabar con las libertades individuales no razonan bien. Un ejemplo vigente: la historia detrás de la incapacidad que ha tenido Fenoco para terminar la segunda línea de tren en la vía del carbón.
Para los que no conocen la historia, la razón por la cual no hay una vía de ida y una de vuelta completas en el ferrocarril que va a la zona carbonífera tiene que ver con una querella que presentó hace décadas una comunidad muy pequeña (unas 300 personas) que se niega a aceptar mudarse para permitir que se finalice la segunda línea del tren.
Si esta comunidad hubiera aceptado mudarse unas decenas de metros a la derecha o a la izquierda de la carrilera, las exportaciones de carbón de Colombia serían el doble, lo que implica que Colombia estaría recibiendo el doble de regalías e impuestos atados a la explotación de carbón.
Mejor dicho, por culpa de esas 300 personas Colombia no tiene mejores colegios, mejor salud, mejor nutrición infantil. Pero en la Colombia de hoy, el bienestar de 300 personas vale más que el bienestar de todos los niños del país.
El doctor Botero no solamente es un es un gran líder, sino que es una persona sensata. Las personas que creen que el beneficio de 300 personas está por encima del beneficio de 50 millones de personas no son solamente personas ilógicas, sino totalmente antisociales.