Superar el caos

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Si antes la prioridad era superar los desafíos de la pandemia en salud pública y recuperar la economía, hoy no hay nada más importante y fundamental que recuperar la seguridad y el orden.


Por: Rafael Nieto Loaiza

Deslizarse por el caos y la anarquía es peligrosísimo y pone en riesgo no solo la estabilidad del Gobierno sino la del sistema democrático.

Varios elementos son claves. Uno, reconstruir la inteligencia tan rápido como sea posible. La inteligencia es el cerebro, los ojos y los oídos del Estado.

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Dos, comprender adecuadamente la naturaleza y dimensión de la amenaza y la agresión. No es el mismo enemigo. Aunque tiene elementos comunes a los del pasado, como la participación de la guerrilla y la financiación del narcotráfico, hay otros novedosos que hacen el desafío más difícil y exigente, como la masiva participación de colectivos como algunas poblaciones indígenas. Tampoco se comporta igual. No confronta al Ejército, se concentra en erosionar a la Policía, usa bandas delincuenciales y combos de jóvenes, se esconde tras las comunidades, ataca al mismo tiempo múltiples objetivos confundiendo y dispersando la respuesta policial, cambia los objetivos de ataque día a día, bloquea la economía, etc.

Tres, es indispensable dar seguridad jurídica a los policías y definir con claridad las reglas y los límites para el uso de la fuerza. Se está entendiendo equivocadamente el fundamento del uso de la fuerza por parte de la Fuerza Pública. Su justificación no está en la legítima defensa, a la que también tienen derecho, sino en el cumplimiento de sus funciones constitucionales. Para garantizar la vida, integridad, libertades y bienes de los ciudadanos es indispensable contar con una fuerza pública capaz y competente.

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Tampoco parece entenderse bien la proporcionalidad. Se confunde con igualdad: cuchillo frente a cuchillo, pistola frente a pistola. No es así. Aunque en la medida de lo posible se debe recurrir a medios no violentos, es perfectamente lícito usar la fuerza cuando es necesaria para cumplir sus funciones y otros medios no son eficaces. Y puede usarse tanta fuerza como sea necesaria y, no cabe la menor duda, se pueden usar armas de fuego para proteger la vida e integridad física propias y de los demás.

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Finalmente, es indispensable un liderazgo firme que dirija de manera clara a la Fuerza Pública y que tenga plena conciencia de que sin autoridad, orden y seguridad no es posible la convivencia pacífica. Por cierto, el diálogo con los violentos y con quienes acuden a las vías de hecho no solo los legitima sino invita a la repetición de esas conductas que están siendo premiadas.

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