Por: José Félix Lafaurie Rivera
¿Es la relativa concentración de la tierra la causa de la pobreza rural?
Es mi tema anunciado, que abordo con una recapitulación sobre lo ya escrito: primero: las cifras oficiales sobre la tierra se contradicen y no están actualizadas; segundo: revisando esas cifras “oficiales”, no hay tanta tierra en ganadería como se afirma, en cambio, hay más tierra con vocación ganadera de la que se afirma; y tercero, el coeficiente Gini, que mide la pretendida desigualdad en su distribución, reproduce en sus resultados las dudas sobre la información que lo alimenta.
Dicho esto, desmenucemos la pregunta. ¿Hay concentración de tierra? Sí la hay, y en todo el mundo, en países pobres y ricos. Si no la hubiera, sería imposible producir alimentos a gran escala para 8.000 millones de personas. Aun así, según la FAO, “Entre 702 y 828 millones enfrentaron hambre en 2021”, es decir, el 10% de la población, un porcentaje alto, que sería dramático sin la productividad derivada de una relativa concentración.
Ahora bien, ¿existe relación directa de causalidad entre esa relativa concentración y la pobreza rural?, y digo “directa” para no desconocer que la desigualdad en la distribución de la tierra “puede ser” una de las causas de la pobreza.
Es evidente que no hay relación directa. Los países ricos con alta producción agropecuaria tienden a mayor desigualdad. En Estados Unidos, con un Gini de tierras de 0,79, considerado alto, según The Land Report, una revista especializada, en 2018 solo 100 propietarios tenían más de 16 millones de hectáreas, y apenas cinco acumulaban el 23%, casi dos veces el territorio de El Salvador. ¿Por qué? Porque la propiedad de la tierra no los obsesiona y, por ello, sus “reformas agrarias” no están centradas en redistribuirla, sino en hacerla productiva. Brasil es otro buen ejemplo, y ambos son los mayores productores de los 10 principales commodities agroalimentarios transados en los mercados internacionales.
DEL MISMO AUTOR: El debate sobre el GINI
Por el contrario, la República del Congo, con un excelente Gini de tierras, de 0,37, tiene al 71% de su población en la pobreza; en Burkina Fasso, con un buen Gini, de 0,42, el 47% de la población es pobre. Más cerca de nosotros, el 51% de los mexicanos es pobre, aunque el Gini del país esté en el límite de lo aceptable –0,63–, con una historia turbulenta de reformas expropiatorias. ¿Por qué? Porque la obsesión por “democratizar” la tierra y acercarse a un Gini cero, abandona el problema central de garantizar condiciones de producción con economías de escala que la hagan realmente generadora de riqueza. En consecuencia, esa tierra “bien repartida” se convierte en causa de pobreza.
Un ejemplo desde mi experiencia. “Una Vaca por la Paz” es un programa de la Fundación Colombia Ganadera, que donó más de 6.000 vacas preñadas a familias pobres, y en el proceso de caracterización de beneficiarios se encontró que muchos lo eran también del INCODER, propietarios agradecidos de pequeñas parcelas, sí, pero pobres de solemnidad, metidos en el monte, sin vías, sin crédito, sin asistencia, sin agua y energía, sin apoyo para asociarse frente a los mercados…, sin nada; a tal punto que la vaquita era una verdadera redención. Su parcela, esa es la realidad, no los había sacado de la pobreza.
Mientras predomine esa falsedad, el minifundio con título de propiedad será la perpetuación de la pobreza. Sin menoscabo de la legítima aspiración del campesino a ser propietario, la verdadera solución se aleja del regalo de tierras “desnudas” de otros factores de producción.
Y como un tema lleva a otro, en ocho días: El verdadero papel del Estado frente a la tierra.
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