«Todo esto no es tuyo. Pertenece a los colombianos y nosotros simplemente vamos a cuidarlo.» Nydia Quintero (1978)

Por: Laura María Naranjo.

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Cuando escuché por primera vez la historia de Diana Turbay sentí una fascinación especial. Aunque nunca tuve ningún tipo de cercanía con ella o su familia, a excepción de su hijo Miguel Uribe que lo conocí hace un par de años en el ejercicio político, fue la primera persona que se me vino a la mente tras el atentado del 7 de junio perpetrado en contra de Miguel.

Este hecho me conmovió profundamente porque lo sentí como un símbolo de que se estaba repitiendo la historia de 1991 y me llevó a preguntarme si estábamos volviendo a esa época de Colombia en la que los narcos y bandidos eran más fuertes que el estado.

En medio de hablarle a todo el mundo sobre esto, porque no lograba sacarme este tema de la cabeza y más ante el panorama de ver a Miguel en una clínica debatiéndose entre la vida y la muerte; una amiga me entregó un libro titulado Desde el fondo del mar y me dijo: «léetelo».

Pues resulta que este libro lo escribió María Carolina Hoyos, hija de Diana Turbay y hermana de Miguel Uribe. Sus páginas me envolvieron al instante, porque fue como poder ver un momento muy doloroso del país a través de los ojos de una niña de 18 años a quién el narcotráfico acababa de matarle a su mamá. Del libro me quedo con seis ideas que se traducen para mí en enseñanzas a tener en cuenta en el servicio público.

  1. María Carolina cuenta que cuando llegó con sus abuelos a vivir al Palacio de San Carlos, lugar que para ese entonces era la sede de gobierno, su abuela Nydia le dice: «Todo esto no es tuyo. Pertenece a los colombianos y nosotros simplemente vamos a cuidarlo.» Esto me reafirmó que no vale la pena buscar el poder solo por poder, sino que lo verdaderamente valioso del poder es trabajar por el país para que los ciudadanos vivan cada vez mejor; y un respecto irrestricto por los bienes públicos.
  2. Sobre su vida cuando tenía seis años y su abuelo era Presidente de Colombia, María Carolina escribe «Cualquiera podría pensar que estos años fueron maravillosos. Una niña en un palacio es como una historia de cuento de hadas, pero lo cierto es que, si bien fue una experiencia formadora, no siempre resultó afortunada. Tenía más lugares que cualquier niño para jugar a las escondidas, pero nadie me buscaba. Me compraron la bicicleta más hermosa que he visto en mi vida, pero no podía salir a la calle para montar en ella. Podía hacer un viaje en helicóptero, pero nunca me dejaron ir a casa de una amiga a dormir». Esto me hizo reflexionar sobre la soledad que trae consigo el poder, las renuncias que conlleva el servicio público que en ocasiones desconocen la mayor parte de los ciudadanos y que lo verdaderamente valioso en la vida no es lo que se consigue con dinero o poder.
  3. Se me arrugó el corazón cuando María Carolina relata que su mamá no volvió de la entrevista que tenía supuestamente con el cura Pérez, y cómo 3 días después se dan cuenta que la secuestró Pablo Escobar. No me puedo imaginar el nivel de angustia y dolor. Se me salieron las lágrimas en la parte en la que ella cuenta que su abuela Nydia enfrentó la situación con mucha valentía y, de hecho, le enviaba mensajes a Pablo Escobar pidiéndole canjearse por Diana Turbay aludiendo a que ella tenía hijos pequeños y que por favor no los fuera a dejar huérfanos. Esto me recordó tristemente las cicatrices que ha dejado la violencia en tantas familias colombianas.
  4. En medio del caos que estaba viviendo el país por el narcotráfico, el expresidente Julio César Turbay y su esposa Nydia, eligen llevar el duelo del asesinato de su hija Diana Turbay con prudencia para no desestabilizar al gobierno. Otra vez el interés del país por encima del propio. Admirable.
  5. Me generó gran respeto cuando María Carolina cuenta que en su proceso de sanación fue a Copacabana a visitar el sitio donde su mamá estuvo en cautiverio. Cuando pasó por la escuela pensó en que los niños de esa vereda habían tenido que vivir en carne propia la falta de oportunidades y decidió hacer una importante donación a esta escuela para empezar a cambiar esa dura realidad. Dotó con computadores una sala del colegio. Me parece muy bonito cómo resignifica ese sitio que de alguna manera es símbolo de tanto dolor para ella y su familia ayudando a aquellos a quienes la violencia también los ha afectado y los ha privado de un mejor futuro.
  6. El libro termina con la narración del momento en el que María Carolina busca a Popeye (quién fue la mano derecha de Pablo Escobar) para conocer la historia del secuestro de su mamá desde el lado de sus captores. Termina el encuentro diciéndole a Popeye: «Mi hermanito (refiriéndose a Miguel Uribe) y yo lo perdonamos».
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Esas últimas líneas del libro me estremecieron al reconocer que en medio de una situación tan difícil, injusta y dolorosa como lo es el asesinato de la mamá, Miguel y María Carolina hayan decidido tomar el camino quizás más humano también el más difícil, luego de etapas de dolor y sufrimiento, y es el de perdonar, poner sus vidas al servicio de los demás y volcar todos sus esfuerzos a construir una mejor sociedad buscando evitar que otros vivan episodios similares.

Irónicamente, después de que pensábamos que ya se había pasado esa horrible página no solamente para la familia Turbay sino también para el país, treinta y cinco años después Miguel vuelve a enfrentar una situación sumamente injusta a causa de la violencia.

Desde la esfera personal y humana, siento que es un símbolo de grandeza ser capaz de pasar la página, perdonar y sanar sin odio ni rencor. Ahora bien, institucionalmente sí soy fiel creyente de que en el país necesita un gobierno que tenga mano dura con los bandidos porque es la única vía para garantizar seguridad a los colombianos y que la violencia y los criminales no nos sigan arrebatando la esperanza de tener un mejor país.

Como mujer que ama este país desde sus entrañas y que ha sentido un gran deseo de trabajar para dejarlo mejor de cómo lo encontré, la figura de Diana Turbay cada vez me genera más admiración por esa vocación que se nota a leguas sentía por el servicio a Colombia. Además, hay algo que ha calado mucho en mí. Esto no lo cuenta María Carolina en su libro, pero sí se lo escuché decir a Miguel Uribe alguna vez, y es que Diana Turbay mientras estaba en cautiverio le pide a su papá (un expresidente con influencia en la clase política), por medio de una carta, que en ningún momento pusiera los intereses de la familia por encima de los intereses del país. Meses después fue asesinada, porque el gobierno no cedió ante las demandas de los “Extraditables”.

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Diana Turbay le dejó a sus hijos, y a Colombia, una enseñanza heroica: los principios no se negocian y menos en el servicio público. Estoy segura de que Miguel va a romper con ese círculo de violencia y se va a recuperar para continuar con ese legado de trabajar por Colombia con impecabilidad.

Notas de pie de página para centennials:

  1. El secuestro de Diana Turbay lo ordena Pablo Escobar buscando presionar al presidente en ejercicio, César Gaviria, para que se eliminara la extradición en Colombia. Es decir, en 1991 la vida de la hija del expresidente Julio César Turbay dependía de eso.

“Los Extraditables” fue un grupo de narcotraficantes en Colombia liderados por Pablo Escobar a finales de los ochenta que tenían por objetivo principal evitar la extradición de colombianos a Los Estados Unidos. Por medio de violencia y terrorismo intentaron intimidar y presionar al gobierno para que cediera ante sus demandas.

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