EDITORIAL
Nuestro editorial para el día de hoy aborda los tres años del Gobierno del presidente Iván Duque, y un año que le queda en el poder.
El presidente Duque ha sido el mandatario que no ha estado exento de tener que bailar con las peores situaciones que le puedan ocurrir a un país como Colombia. A cada uno de sus antecesores le ha tocado enfrentar episodios bastante cruentos y difíciles a nivel de seguridad, de violencia, episodios muy complejos en materia económica y social, y desde luego el mismo estado que tuvo Colombia a punto de ser declarado como un país fallido a principios de la década del 2000.
Colombia ha constituido una aventura en su vida republicana, una aventura plagada de pasajes bastante dolorosos, turbios, de muchas lágrimas, de dolor, de retos gigantescos y también lastimosamente de pequeños tumores que nos han invadido para socavar no solamente la confianza entre los colombianos, hacia las autoridades, la legitimidad de nuestras instituciones, y hoy nos tienen abocados a continuas polarizaciones tóxicas, a los debates permanentes sobre los intereses particulares y no sobre los nacionales, y una extraña dificultad para encontrar consensos nacionales sobre un camino a seguir.
El presidente Duque ha enfrentado con vehemencia y valentía la pandemia del covid, en la medida de sus posibilidades. Hoy miramos las cifras de vacunación y realmente hay que destacar el esfuerzo que ha hecho el Gobierno. Competir con todo el mundo por vacunas siendo un país de ingreso medio y constituirse como uno de los ejemplos en modelo de vacunación, no es gratuito y hay que reconocérselo al presidente.
La esperanza estará intacta en que la vacunación funcione, en que las cifras del futuro cercano nos permitan realmente creer en un regreso a la normalidad, en una reactivación económica segura y de largo aliento, y desde luego que Colombia siga aplicando todos los procesos de prevención del esparcimiento aún más profundo del virus y su variante Delta.
Parecería inevitable transitar por lo que hoy pasa en países como Israel y Estados Unidos, que hace unos meses estaban con medidas absolutamente admiradas como levantar el uso del tapabocas y regresar a las aglomeraciones. Hoy, por cuenta de la variante Delta y aún teniendo una población importante vacunada, tienen otra vez latente miedo sobre lo que está pasando con los números de contagios y de fallecidos.
Que el presidente Duque siga garantizando vacunas, procesamientos de pruebas eficaces, reales, rápidos y amplios, y velar porque en el país se cumplan las normas, quisiéramos destacar algunos puntos del Gobierno del presidente Duque.
En primer lugar, creemos que ha sido un presidente bien intencionado, honorable en sus formas y maneras, intachable en cada una de sus actuaciones; ha errado como cualquier humano, como cualquier político. Su Gobierno ha estado muy lejos de ser perfecto, ha cometido errores que se pudieron haber evitado, ha tenido profundas desconexiones con el día a día de los ciudadanos y fuera de esto ha gozado también, para negativa suya, de una de las oposiciones más feroces, envalentonadas que ha podido tener un presidente.
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El presidente va terminando su Gobierno con deudas puntuales en aspectos bastante delicados, como la justicia, el trabajo, la economía y la seguridad. No logró en tres años sacar una reforma a la justicia como la que se necesita, esa reforma que toque a los intocables, que envíe a la cárcel a los delincuentes sin importar su color, tamaño, origen, estrato, condición social o ideología política, esa reforma que le dé más dientes a las autoridades, que ataque directamente la impunidad, que sea un soporte para la Policía Nacional y para el Ejército en sus procedimientos, y que se base en un hecho elemental y preciso como que quien comete un delito lo pague.
Esta asignatura pendiente va acompañada de la falta de construcción de nuevos centros penitenciarios en Colombia, el hacinamiento sigue por las nubes y no hay soluciones a la vista.
A nivel de trabajo, el presidente no adelantó reformas profundas y estructurales, impopulares pero necesarias, a una realidad que padece Colombia hace muchos años: que desde oficinas frías en Bogotá se dicta la política laboral para el resto del país, cosa que es asimétrica, inexplicable pero que se ejecuta como si no sucediera nada.
Hoy miles de personas en el litoral pacífico, en la amazonía, en los santanderes y en las zonas más abandonadas de la Costa Caribe no pueden acceder a un trabajo porque no hay empresas, muchas han quebrado por cuenta de la pandemia y porque las compañías que necesitan generar empleo tienen grandes impedimentos a nivel de costos.
Reiteramos una vez más que el salario mínimo, sobre el cual el presidente Duque se ha esforzado en aumentar en porcentajes históricos, no cae del cielo, no brota de la tierra. El salario mínimo va acompañado de otros ademanes que terminan encareciendo esa contratación. Por eso, lastimosamente Colombia sigue con ese penoso número mayor a 55 % en términos de informalidad; las regiones necesitan políticas laborales distintas a las que piensan en Bogotá.
A nivel de seguridad, es lamentable cómo la moral de la fuerza publica, en general de todas las instituciones, ha decaído por cuenta de una falta de respaldo de las autoridades por ser dianas continuas de los grupos políticos extremos de izquierda, grupos terroristas, grupos delincuenciales y organizaciones criminales que han atentado contra las fuerzas del orden.
Los policías han pasado una de las peores épocas de su vida, los agentes del ESMAD han sido expuestos en la picota pública como criminales, cuando han sido otros quienes han intentado matarlos. Si bien el Estado adelanta reformas y respalda por debajo de la mesa, no ha tenido la gallardía de salir en público a empoderarlos, a defenderlos y a hacerlos respetar.
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A nivel económico, el panorama ha sido retador, azaroso para el Gobierno. El presidente hizo una buena reforma en el comienzo de su gobierno, sin ser estructural, la necesaria y también se dejó tentar ante lo populista, lo que la gente quería escuchar pero no lo que el país necesitaba.
Iván Duque será otro presidente que pasa sin ampliar la base gravable de las personas naturales, que le retira parcialmente el avance pequeño de justicia tributaria a las empresas de Colombia con esta última reforma que se tramita en el Congreso porque Colombia sigue desbalanceada en materia fiscal, no solamente el déficit mayor de $95 billones es un gran agujero negro, sino que el modelo que se ha venido implantando en los últimos 15 años es insostenible para el país. Que las empresas sigan pagando la mayor cantidad de impuestos, mientras las personas no lo hacen, solo condena a una nación al fracaso.
Como conclusión, queremos enviar la mejor energía y los mejores deseos para que el presidente Duque termine su año de la mejor manera posible, con la intención de que al país y a los colombianos le vaya bien. Empezar otra vez a promover la premisa de que si al país le va bien, todos ganamos; pero para que a Colombia le vaya bien, al presidente le tiene que ir bien, es ahí cuando las mezquindades políticas tienen que quedar a un lado.
Ojalá que el presidente Duque conduzca este carro el siguiente año por caminos que tendrán muchas trochas, muchos huecos, complejidades, pero que nunca despegue las dos manos del timón, que siempre avance con firmeza, con claridad, con aliento y sobre todo basado en sus convicciones; ojalá premie a los colombianos de bien, a los colombianos legales, a los colombianos que respetan las normas y el orden constitucional.
Que se ataque de manera contundente, precisa y devastadora a cada una de las personas que cometen actos delincuenciales en cada esquina de nuestro país. Que no permita que se construyan narrativas en detrimento del Estado, de sus instituciones y sobre todo que sirvan para crear caos y terror económico y social solo porque yacen estos en intereses políticos de ciertos personajes.
El presidente Duque no tendrá mucho tiempo para revertir la historia, para revertir sus calificaciones como mandatario, pero sí tiene tiempo para hacer lo que un presidente en anterioridad no ha podido hacer, y es que por miedo a una reelección evita adelantar acciones justas y necesarias, quizá muchas de ellas menos taquilleras pero son las que la sociedad necesita.
Esperamos que tenga la sapiencia, la luz, la conciencia, la tranquilidad y la virtud para acertar en cada paso que dé, para que deje a Colombia por un sendero de recuperación económica activa y segura, y en donde todos los colombianos entendamos el gran valor de la unidad, no como frase de portada de un telediario, sino como una herramienta necesaria y capaz de transformar la vida de cada uno de los ciudadanos sin importar en qué estemos distantes, en qué discrepemos ideológicamente, sino que esté enfocada en lo que todos podemos hacer juntos por una nación que nos necesita.