La semana anterior ocurrieron varios hechos que mejoran la percepción sobre lo que nos depara el futuro y hacen subir el optimismo. Obviamente, el más importante de esos sucesos fue el triunfo categórico de Donald Trump a la presidencia de los EE. UU., que cobra mayor significancia ante la arremetida de los más importantes medios de comunicación en favor de Kamala Harris, a quien daban como segura ganadora de la contienda.
Ya hemos dicho en esta columna que Mr. Trump se nos hace pedante y repelente, y reúne muchas características personales que no parecen apropiadas para un político, pero a la vez no deja de ser interesante que en estos tiempos en los que todo es calculado y artificioso exista un líder espontáneo que no tema perder apoyo por mostrarse como es, un hombre convencido de sus capacidades para afrontar las tareas para las que ha sido encargado y no preocupado por tratar de parecer otra cosa.
Ya en su primer periodo presidencial, Trump demostró que no es el loco que muchos pretenden hacer ver. Evitó meter a su país en guerras, deportó muchísimos menos indocumentados que el santurrón de Barack Obama y se enfocó en tomar medidas que beneficiaran económicamente a su país. Acaso, ¿no es eso lo que debe hacer un presidente? Por eso, nadie puede venir a satanizar un mandato que fue sensato y positivo para su nación.
Pero Trump no solo es importante para el coloso del norte, lo es para todo el mundo y hoy es más necesario que nunca. Gracias a que no comulga con la abominable ‘corrección política’, el nuevo presidente gringo es una figura indispensable para debilitar los cimientos de esas barbaridades que pretenden destruir al ser humano como la cultura woke, la ideología de género, la agenda 2030, el globalismo y el catastrofismo medioambiental. Movimientos todos promovidos desde la izquierda más radical y solapada, con base en las premisas del marxismo cultural depuradas por Antonio Gramsci.
Luego, Trump es el contrapeso de esa revolución autodestructiva y junto a él marcha una nueva generación de líderes que se han unido para darle al ser humano la oportunidad de continuar con su evolución mientras otros pretenden arruinar su rumbo histórico. Es hora de poner las cosas en orden de nuevo. Y ya se rumoran grandes cambios, como la posible compra de la cadena CNN por parte del magnate Elon Musk para cambiar su inclinación de izquierda y corregir la desinformación. No ha sido coherente que medios de izquierda hayan sido rescatados de la quiebra por ultracapitalistas como Carlos Slim (New York Times) y Jeff Bezos (Washington Post) y los hayan mantenido con esa orientación, aunque a Bezos se le abona el haber impedido un respaldo directo a la candidata demócrata por parte de su periódico.
Pasando al plano interno, nos alegra que al señor Petro se le haya caído el tema Pegasus para acusar a la administración Duque de espionaje. Ahora el habitante de la Casa de Nariño quiere hacerlo ver como un asunto de pérdida de soberanía por el hecho de que fuera otro país el que lo adquirió para nuestro uso. Pero esa es solo la punta del iceberg, lo importante es saber que los gringos aún están preocupados por lo que le pueda ocurrir a su principal socio en la región.
Por otra parte, se conoció un video de Gustavo Bolívar en el que confiesa que el petrismo ha hecho, en redes sociales, campañas de desprestigio contra medios críticos de la administración como RCN, Caracol y Semana. El video fue grabado y filtrado por su propia gente, lo que muestra lo asqueados que muchos se sienten por trabajar en este corrompido régimen al que rechaza hasta la Rama Judicial: un magistrado de la Corte Suprema de Justicia se negó a posesionarse ante Gustavo Petro. De ese tamaño es el asunto.
Y en la Convención Liberal, el petrismo fue por lana y salió trasquilado: César Gaviria fue reelegido con 582 votos y el candidato del señor Petro, el exministro Luis Fernando Velasco, tan solo sacó 11. Malas noticias para este gobierno.
Por: Saúl Hernández Bolívar – @SaulHernandezB
Del mismo autor: La demolición social del gobierno Petro