Por: Mónica Pinzón
A las mujeres nos enseñaron a ser las mejores mamás, las mejores hijas, las mejores amas de casa, las mejores amigas… no se nos permite no ser las mejores en cada tarea que emprendamos, o quizás nosotras mismas nos hemos impuesto esta carga. Por eso las que trabajamos queremos ser las mejores profesionales, para demostrarle al mundo que el lugar que tenemos ganado en una empresa es merecido, pero tenemos una culpabilidad que nos persigue, pues no podemos dejar de hacer a la perfección esas otras tareas que vienen con el título de ser mujer, la mayoría queremos ser supermujeres.
La pandemia nos ha dado una presencialidad mayor en casa, para las que tuvimos la suerte de teletrabajar, pero que vino de la mano de algunas tareas adicionales que, por primera vez, se nos cruzaron con el horario laboral. La virtualidad creó un mundo nuevo, nos obligó a dar un paso adelante en materia de conectividad en las empresas y abrió un mundo de oportunidades de aprendizaje, pero también nos amplió las horas dedicadas a responder correos, llamadas y videoconferencias, que se trasladaron a un espacio que antes era sagrado: el hogar.
Acompañar a los hijos en el proceso de la educación virtual, ha sido uno de esos retos de los que tanto hemos oído hablar, no creo que exista una mamá que ahora no valore más el trabajo de un profesor, y que agradezca los esfuerzos que han hecho las instituciones educativas por sortear estas nuevas condiciones. En lo personal, y me refiero a ello porque lo considero importante y de este tema se habla poco, también ha sido retador el manejo de una persona en casa en condición de discapacidad, para quienes las oportunidades en este país son mucho menores.
Hago referencia a todos estos retos, para poner sobre la mesa el tema de la equidad de género, visto desde una perspectiva donde la familia tenga un valor relevante. Todas las acciones que se tomen en esta materia por parte de las empresas deben permitir que estas, sean un reflejo de la sociedad que queremos. El progreso de un país está relacionado con la capacidad de progreso del núcleo natural de la sociedad: la familia. La discusión sobre la equidad de género no debe ser impuesta, se debe dar naturalmente tanto entre hombres y mujeres, y debe tener como foco las capacidades profesionales y los talentos, pero sin olvidar la naturaleza de aquellas mujeres que eligieron tener los dos roles.
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Ahora bien, cuando llegan situaciones que no se pueden cambiar, la respuesta es la aceptación, y aquí hago referencia a otro tema fundamental que ha sido muy importante este año: adaptarnos al cambio.
La aceptación de realidades, de cambios, de situaciones, no siempre es tan fácil de manejar. Eventos inesperados en la vida a veces nos cuestionan y nos desafían personal y profesionalmente. Las empresas han tenido también que entender la diversidad de los seres humanos que las conforman, lidiar con sus emociones, con sus familias, con sus entornos que se volvieron para algunos sus lugares de trabajo, o lugares de trabajo que se volvieron el hogar de algunos otros. Esta seguramente tampoco ha sido tarea fácil, definitivamente este virus llegó y nos cambió.
Quiero dejar un par de reflexiones que siempre comparto con los equipos de trabajo que he tenido, ante situaciones que nos implican retos o cambios, y que son reglas de oro en mi familia:
1. En la vida siempre hay dos caminos, el que uno decida tomar, cambia la realidad inmediata y tiene consecuencias en el corto, mediano o largo plazo, de la actitud de cómo las enfrentemos depende el resultado que logremos.
2. Como hacía referencia existen situaciones que puedes cambiar, otras definitivamente no. Para las primeras existe la disciplina, el esfuerzo, el trabajo, la constancia y la persistencia. Para las segundas: las que no puedes cambiar, la respuesta es la aceptación, lamentarse no trae soluciones. Debemos verlas como oportunidades de aprendizaje y enfocarnos en el camino y no en el resultado.
Así pues, termino reiterando que definitivamente ha sido un 2020 retador, especialmente para las mujeres en cada uno de los roles que asume, por eso es responsabilidad de la sociedad resignificar su valor, y de las empresas fortalecer las acciones que les permitan su desarrollo profesional en condiciones de equidad, para que la mujer pueda seguir siendo protagonista del desarrollo y el progreso de Colombia, especialmente durante la reactivación económica del país.