La extrema izquierda mundial encontró la forma ideal de generar caos y desestabilización bajo el disfraz de una lucha «justa» para el avance de la humanidad, manipulando a los jóvenes y convirtiéndolos en sus instrumentos.
Por: María Fernanda Cabal
En el caso de Estados Unidos, la difusión de la ideología comunista se ha centrado en la formación de líderes desde temprana edad; para garantizar que no exista otra opción distinta que la del modelo económico dictado por el «socialismo del siglo XXI».
Un estudio publicado por ‘Econ Journal Watch’ en el 2016, demostró, tras analizar el registro de votantes entre estudiantes de Ciencias Sociales en 40 universidades estadounidenses, que por cada joven republicano hay 11.5 demócratas. En economía, la diferencia es de 1 a 4.5; mientras que, en historia, la cifra es de 1 a 33.5.
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El documento pone en evidencia la forma como ha ido creciendo la participación de este grupo político en EE. UU., que adicionalmente impulsa y difunde la idea de que el capitalismo es el principal promotor del “racismo sistemático” en la sociedad americana.
La infiltración en escuelas y universidades por parte de movimientos como ‘Sunrise Movement’, ‘Black Lives Matter’ y ‘Antifa’, ha facilitado la inoculación del discurso de odio; con la premisa que por el sólo hecho de ser “blanco”, se goza de privilegios y se soporta una culpabilidad derivada de «deudas históricas» con la raza negra.
Parte de esa narrativa se encuentra en el ‘Nuevo Acuerdo Verde’, promovido por los mismos activistas progres que más allá de poner sobre la mesa la necesidad de generar medidas esenciales para el cuidado del medio ambiente y la supervivencia humana, le apuntan a una “justicia climática”, en la que se culpa a “los blancos” del cambio climático y todo lo que de él se desprende.
El uso de la violencia como método de protesta, es un rasgo comportamental común en varios de los colectivos que hacen parte del capital político de los demócratas en EE. UU., quienes están encargados de propagar su ideología de forma agresiva.
En su investigación sobre el ‘Sunrise Movement’, la periodista norteamericana Milly Weaver descubrió que dos días después de que el video del homicidio de George Floyd circulara en redes sociales, los líderes de dicho movimiento llamaron a sus miembros a luchar contra la “supremacía blanca”.
La estrategia estaba dirigida a promover la tesis de cómo la presencia de la fuerza pública en las calles significaba más violencia y muertes de afroamericanos inocentes, a manos de una autoridad perversa y enemiga del pueblo.
De acuerdo con la información revelada por Weaver, también en los últimos seis años el movimiento ‘Black Lives Matter’ ha tomado fuerza en Minneapolis, ejecutando campañas estratégicas orientadas a la reducción del presupuesto para el departamento de policía de dicho Estado, hasta llegar incluso a su abolición.
En ese sentido, la periodista norteamericana evidenció cómo los demócratas han ubicado fichas claves en cargos públicos cruciales para el alcance de sus objetivos. Uno de ellos, es el actual Fiscal General del Estado de Minnesota, Keith Ellison, exrepresentante demócrata y actual vicepresidente de la Convención Nacional demócrata; que abiertamente apoya a Antifa y aparece en una fotografía con el manual de guerra, a la vez que su hijo es un reputado miembro de dicha organización.
También cuentan con la representante radical progresista de Minnesota, Ilhan Omar, quien estuvo en las manifestaciones por la muerte de George Floyd acompañada de su esposo y en un mitin contra Donald Trump en ese Estado, protagonizado por manifestantes de Antifa, siete meses antes de las revueltas.
Ilhan Omar ha sido reconocida como una apologista de los grupos militantes de Antifa que luchan en Siria.
Milly Weaver también se refirió a varios de los demócratas más radicales en sus posturas contra el presidente Trump, que ayudaron en la planificación de los disturbios, que además sucedieron en áreas controladas por alcaldes y gobernadores de esa misma línea política.
Sin duda, la propaganda oculta del populismo colectivista -marxista- ha sabido capitalizar mitos para destruir la historia e imponer hechos que no sucedieron; o que, de haber ocurrido, son magnificados y distorsionados, logrando crear una “nueva memoria” que determinará el futuro de las naciones libres.