Una brecha que se está cerrando… lentamente

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En Latinoamérica, los hombres ganan 17% más que las mujeres con el mismo nivel educativo; solo 4 de 100 empresas tienen a una mujer de CEO, y según las proyecciones y cálculos del BID, el PIB regional aumentaría en un 34% si la participación laboral de la mujer alcanzara la del hombre.

Por: Gloria Díaz

La incorporación de las mujeres al mercado laboral es uno de los cambios socioeconómicos más importantes del último medio siglo; en Latinoamérica el salto ha sido enorme, si en los años 60 sólo dos de cada diez mujeres trabajaban o buscaban trabajo activamente, hoy ya son casi siete de cada diez.

A pesar de ello, la participación laboral femenina de la región sigue casi 30 puntos por debajo de la de los hombres; una situación que se da, en mayor o menor medida, en todo el mundo. Según el último Índice Global de la Brecha de Género (2018), serán necesarios 202 años para que la brecha económica mundial entre hombres y mujeres se cierre.

En Colombia, según el Banco Interamericano de Desarrollo –BID- (2019), la participación de las mujeres en el mercado laboral es del 74,2%, situándose por encima del promedio de la región, el cual es del 66%. En este sentido, es necesario tener en cuenta que los roles de género también limitan el tiempo disponible de las mujeres para participar en el mercado laboral y el tipo de trabajo que tienen, de ahí que un mayor porcentaje de mujeres tiene empleos informales y a tiempo parciales, dada la necesidad de conciliar el trabajo remunerado y las responsabilidades familiares.

En Latinoamérica, los hombres ganan 17% más que las mujeres con el mismo nivel educativo; solo 4 de 100 empresas tienen a una mujer de CEO, y según las proyecciones y cálculos del BID, el PIB regional aumentaría en un 34% si la participación laboral de la mujer alcanzara la del hombre. Todo esto, sin tener en cuenta que las mujeres dedican, en promedio, más horas que los hombres a realizar trabajos no remunerados, entendidas estas como las actividades laborales sin pago alguno.

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Según el DANE (2017), en Bogotá, 9 de cada 10 mujeres realiza trabajo doméstico y de cuidado no remunerado, mientras 6 de cada 10 hombres lo hace. Si se analiza el tiempo promedio diario destinado a estas labores, las mujeres destinan 5 horas y 33 minutos, mientras los hombres 2 horas y 22 minutos. Así, las mujeres que realizan trabajo no remunerado y trabajo remunerado de forma simultánea, obtienen una carga total de trabajo de 13 horas y 32 minutos en promedio al día, mientras que para los hombres es de 11 horas y 47 minutos. 

En consecuencia, asumir la provisión del cuidado de manera desequilibrada limita la igualdad de oportunidades para las mujeres en el acceso al trabajo remunerado. Por lo cual también se explica que en nuestra ciudad las mujeres tienen una mayor participación en las ventas informales (51,1%), así como una mayor participación como trabajadoras domésticas, obreras o empleadas en el sector de los servicios y el comercio, escenarios estos en donde el 44% no cotiza a salud ni pensión. 

En este sentido, las mujeres se enfrentan a barreras específicas en lo que concierne a la seguridad de los ingresos y, como resultado de ello, a menudo ven limitado su bienestar y autonomía; participan en menor medida en el mercado laboral, perciben salarios inferiores a los de los hombres y disfrutan de un menor acceso al crédito y a los recursos en general.

Según el Censo Nacional de Población y Vivienda de 2018, en Colombia somos 22.6 millones de colombianas y 21.6 millones de colombianos, que integran 14.2 millones de hogares, de los cuales cerca de 6 millones tienen al frente a una mujer (40.7%); esto representa una gran oportunidad en relación al acceso de las mujeres a un empleo de calidad, la mejora de las condiciones de trabajo, la eliminación de las desigualdades y las inequidades de género en el mercado laboral, y la protección de sus derechos más básicos.

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Así, nuestro país, y nuestra ciudad, de manera particular, se encuentra en una situación en la que debe responder a retos acumulados y emergentes que se materializan en una agenda que debe contemplar la reducción de la pobreza, la vulnerabilidad, la informalidad, las barreras que impiden el acceso a los beneficios sociales y productivos de los jóvenes y las mujeres, así como a las inequidades sociales, que se pronuncian aún más tras los efectos generados por la pandemia del COVID-19. 

De ahí, que resulte fundamental resaltar que hoy Bogotá hace una gran apuesta por las mujeres, por la reducción de la feminización de la pobreza, por lograr la transversalización y territorilización de los enfoques de género, y lo más importante, por implementar el innovador Sistema Distrital del Cuidado, el cual busca contribuir a la igualdad de oportunidades para las mujeres a través de la ampliación y cualificación de la oferta institucional de servicios del cuidado, con el fin de reducir su tiempo total de trabajo, así como redistribuir el trabajo de cuidado no remunerado con los hombres y contar con mecanismos para su valoración y reconocimiento ¡Bogotá lo merece, las mujeres lo merecemos!

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