Una Colombia federal, debate necesario e inaplazable

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EDITORIAL

El expresidente del Senado de la República, Lidio García, quien no brilló particularmente por sus actuaciones a lo largo del año, se despidió con broche de oro con una propuesta para muchos inimaginable en estos momentos pero para otros muy necesaria, y sobre todo que invita nuevamente a los grandes debates de esencia sobre el país y no sobre condecoraciones de carrieles, patrimonios o más actos circenses que nada aportan al país.


En la Constitución Política de 1991 se consagra a Colombia como un país unitario pero descentralizado y la mayoría de este escrito no se cumple, solo por mencionar artículos como la presunción de inocencia, el debido proceso, pues se violan inflagrantemente cada segundo en Colombia, ahora mucho más el particular de que Colombia no sea descentralizada.

Con 32 departamentos y más de 1.100 municipios y una variedad astronómica de culturas, regiones, comportamientos, tierras, minerales, potenciales envidiados por cualquier otro país, Colombia tiene más territorio del que gobierna, tiene más territorio del que realmente puede copar; eso mismo, ha sido base para que los grupos ilegales, armados, hagan presencia en las regiones más recónditas del país y se generen focos de violencia, narcotráfico y de otra clase de delitos. 

Lastimosamente para quienes viven en Bogotá por estar en algún cargo público, lo que queda del aeropuerto El Dorado para afuera sigue siendo la Colombia profunda, rural, todo lo que no esté en la carrera Séptima o en la calle 26 pasa a ser la provincia y eso ha tenido lamentables consecuencias no solamente en el desarrollo sino también en la planificación de un país realmente próspero, productivo, competitivo y con garantías sociales porque se torna imposible tomar decisiones desde una oficina fría en Bogotá para las problemáticas que se presentan en departamentos como el Cauca, se torna imposible tratar de resolver problemáticas de hambruna e inseguridad en departamentos como el Amazonas o Vaupés con un decreto que se emite a las 8:00 de la mañana por una supuesta comisión de sabios que ni siquiera conocen el territorio.

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Los impuestos que se recaudan, o el dinero que se produce, en departamentos como Antioquia o Valle del Cauca, siempre son superiores a los retornos que el Gobierno les hace. Son departamentos que en la actualidad, en medio de la crisis del coronavirus, están prácticamente en la quiebra, que viven de unas rentas vetustas, del impuesto al tabaco, del impuesto vehicular, de lo que producen las licoreras y los juegos de suerte y azar.

Nada más peligroso para estas administraciones que no poder atender, en el caso de Antioquia, casi 110 municipios que requieren intervenciones directas por falta de dinero, todo se lleva al Gobierno y este lo distribuye a su conveniencia; pareciera que en Bogotá están muy cómodos con la anterior normalidad haciendo ir a alcaldes y gobernadores cada semana con una ponchera a pedir limosna a ver qué centavos les pueden dar para una placa polideportiva, para un puente, para una escuela, para un hospital o cualquier otra obra.

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Colombia es un Estado excesivamente centralista, bogotanizado en lo absoluto. Es un Estado que está padeciendo en los departamentos más afectados del país, como La Guajira, Chocó, Cauca, Putumayo, Caquetá, Guainía, Vaupés, Arauca. Las políticas laborales, económicas e impositivas de lo que deciden en Bogotá. ¿Cuántos departamentos no quisieran tener mejores incentivos económicos, salarios más flexibles y hasta más bajos para que multinacionales decidieran asentar allí sus operaciones y contratar grandes volúmenes de mano de obra?, ¿cómo no aprovechar la geolocalización colombiana, esa salida al océano Pacífico que tenemos en estos departamentos?, ¿cómo no aprovechar las vías precarias que aún tenemos y que se han modernizado para que con inversión extranjera tengamos autopistas? 

Que exista la competencia entre departamentos y ciudades, como ha sido exitosa en Alemania o Estados Unidos, que las empresas tengan que dejar de asentarse en Bogotá, porque allí es la capital, sin ningún valor agregado. Si Colombia le apuesta a la descentralización también se cae el mito de que entonces la corrupción aumenta porque se vuelve autónoma y que si ya hay corrupción cómo será con autonomía; todo lo contrario, cada departamento es propio, es responsable de sus decisiones y verán si se hunden o no. En el Chocó sabrán si continúan eligiendo gobernantes cuestionados para que se hundan de una vez por todas sin ninguna ayuda de los gobiernos o de quienes han pretendido sacar alguna tajada, se volvería más conspicua una elección democrática, que las personas escojan mejores gobernantes, que todo no dependa de lo que digan de Bogotá, de lo que gestione el senador o el representante a la Cámara, de ver si el presidente quiere poner un ministro de tal departamento. Se acabaría esa mafia, ese cartel y permitiría que se compita libremente aprovechando cada uno de los recursos que tienen los departamentos en atraer inversión, en incentivar la creación de empresa, en tener políticas laborales más flexibles y accesibles, y sobre todo que se acabe de una vez por todas esa dependencia de una sola persona en el Gobierno Nacional y ahí sí a lo que da paso a la corrupción, que es el amiguismo, las triquiñuelas, al intermediario para poder gestionar, llevar o traer.

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En buena hora deja planteado este debate Lidio García, expresidente del Congreso. Entendemos la preocupación de muchos políticos, de medios de comunicación ante este debate porque saben que se verían afectados sus intereses pero ojalá por primera vez en la historia se pusieran por encima los intereses del país y no los intereses particulares para salir del atoyadero en el que estamos, para tener más independencia, para tener más autonomía, no para revelarse como republiquetas, como hoy sucede aún sin existir federalización; es para que exista una autonomía real y una responsabilidad continua de cada uno de los departamentos y sus habitantes.

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