Por: Cecilia López Montaño
Una mujer con una mirada menos ortodoxa de la que prevalece actualmente, con mayor sensibilidad a los inmensos problemas que debe abordar la política económica, es probablemente lo que se requiere en estos momentos. Ojalá no se pierda esta oportunidad y se abran verdaderas posibilidades a que se valore los aportes de las mujeres economistas en momentos de crisis como el actual.
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Ser mujer y economista no es fácil en ninguna parte del mundo, pero en Colombia existe claramente un techo de cristal. La prueba de ello se ha repetido hasta el cansancio. No ha llegado ninguna economista a ser gerente del Banco de la República ni Ministra de Hacienda y tampoco ninguna ha ocupado la dirección de Fedesarrollo. En términos de columnistas, solo Portafolio ha hecho un gran esfuerzo por vincular más mujeres a su grupo de quienes tienen espacios permanentes para opinar. Pero, además, no es sino mirar los foros sobre el tema que en general están llenos de hombres muy brillantes muchos de ellos, pero con pocas excepciones, repiten su visión misógina sobre esta profesión.
Acaba de conocerse que Juan José Echavarría no va a continuar apenas termine su período en diciembre de este año y adujo razones personales que son muy respetables, para no aplicar al próximo período al cual tenía derecho. Además de reconocer su excelente labor en momentos tan difíciles, es necesario señalar que se abre una gran oportunidad para reponer el camino de exclusión que muchas mujeres profesionales en esta carrera han sentido por décadas. La disculpa de que no hay candidatas, en este caso es absolutamente falsa. Colombia tiene gran cantidad de economistas con doctorada en las mejores universidades internacionales, que pueden ocupar con lujo este importante cargo.
Elegir a una de ellas, cuyos nombres conocen perfectamente todos los que van a intervenir en esta elección, no solo pagaría esa deuda que tienen quienes han dominado la política económica en el país, sino que sería la oportunidad de replantear las funciones del Banco de la República. Por fortuna lo dijo el Economist a quien no pueden catalogar de izquierda; la macroeconomía en medio de esta crisis necesita un nuevo aire y por ende las funciones de los Bancos Centrales. Pero también lo dijo Michael Shifter, el director del Diálogo Interamericano con mucho prestigio en Colombia: un error del modelo de desarrollo vigente es su énfasis exagerado en la macro y su olvido de temas sociales.
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En estos momentos en donde la crisis replantea las prioridades anteriores, es evidente que la inflación que está en el piso no puede ser la mayor obsesión del Banco de la República. Es el empleo el que tiene que ocupar la mayor prioridad. Esto implica una mirada más comprehensiva a las variables económicas, un mayor valor a las implicaciones sociales de esa política y un reconocimiento a la importancia de encontrarle salida a estos niveles de desocupación. Una mujer con una mirada menos ortodoxa de la que prevalece actualmente, con mayor sensibilidad a los inmensos problemas que debe abordar la política económica, es probablemente lo que se requiere en estos momentos. Ojalá no se pierda esta oportunidad y se abran verdaderas posibilidades a que se valore los aportes de las mujeres economistas en momentos de crisis como el actual.