Violencia, ilegalidad y una sociedad dual

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Por: Andrés Gaviria


Los fenómenos de violencia e ilegalidad tienen sentadas sus bases en una problemática tan profunda, y de tantos años, que explicarla se vuelve realmente complejo, y a lo largo del planteamiento de esa teoría, se puede analizar, criticar y comparar de distintas formas, tanto así, que no nos permita definir un concepto absoluto y determinado sobre las principales causas que ha ocasionado que Colombia sea por naturaleza un país violento y carente de una sociedad civilizada. Podríamos partir de explicaciones filosóficas, antropológicas y culturales, pero sería también optar por la forma fácil y no inteligente, echar la culpa a la corriente de un comportamiento que no se puede modificar, y por ende permitiría probar que una sociedad no tiene arreglo.

Colombia ha sido un país que ha vivido de la mano con la sociedad mafiosa e ilegal. Ha aceptado de una u otra manera, la participación de recursos y personas cuestionadas en la vida pública y privada, para obtener una serie de beneficios, que inclusive, ha ocupado espacios que el mismo Estado debidamente y legalmente fundado, no ha podido llenar. El análisis que trato de hacer en esta columna, está centrado en si vale la pena o no dar una lucha contra la ilegalidad, cuando la misma sociedad civil, en buena parte está involucrada con ese mundo, y el atacar fuentes de riqueza y privilegios los pone en peligro y les amenaza su subsistencia, lo que sugiere que por ende, ellos no permitan que se acabe ese mismo mundo ilegal y las prácticas mafiosas conocidas, porque de una u otra manera dependen de ese negocio y todas sus raíces. Ahora, a nivel personal creo profunda y firmemente que la lucha contra la ilegalidad y todos sus actores, tiene que ser frontal y sin dilaciones, pues la base de toda sociedad debe ser que existan dos caminos en el devenir de la vida: el bueno y el malo, ser conscientes de que cada uno de esos caminos tiene sus consecuencias, sus beneficios, y desde el inicio se puede entender qué es lo que se puede alcanzar en cada uno de ellos.

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Definitivamente el ser humano no puede vivir sin reglas, ese contrato social, esa relación entre dominador y dominado, tiene que existir, pues la naturaleza del ser humano sugiere que es tácitamente imposible tener una sociedad organizada, legal, creciente, y eficiente si una serie de reglas, normas y leyes. Acá lo planteado también en el concepto de la anomia, donde perfectamente podemos encontrar el modelo colombiano como una calca, en donde claramente el Estado alejado ve ocupar posiciones estratégicas en el territorio y por ende en la vida de muchos ciudadanos, lo que le da licencia a la ilegalidad en todas sus maneras, para que los ocupe y termine por crear un Estado paralelo, e incluso hacerle la guerra al mismo sistema.

De manera qué lo más preocupante es que cuando no declaran la guerra y la ejecutan, es porque están aliados con el Estado. Hoy en plena campaña presidencial, tenemos dos caminos de cara a la segunda vuelta: una opción que plantea aparentemente una mano dura del Estado y un sistema en donde el que la hace la paga, un modelo en donde no se indulta y no se premia a quien infringe la ley, sino que apuesta por una sociedad legal y el continuo crecimiento bajo el amparo del Estado y con el motor de la iniciativa privada y ciudadana. La otra opción; cree que toda la serie de sucesos negativos que suceden en Colombia, y que todas las clases de ilegalidad y criminalidad emanan de esa base, y que tiene su cuna en el abandono estatal, la estratificación de clases, la mala distribución de la riqueza, la represión social, la falta de oportunidades y en general todo un sistema que solamente beneficia una clase alta. Para ser más concretos, la primera opción cree que es necesario construir más cárceles para quienes cometen los delitos, mientras la segunda opción considera que no se necesitan cárceles sino más oportunidades para las personas.

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Es necesario, por último, proponer un gran renacer del país, en donde como decía Álvaro Gómez Hurtado, se llegue a un acuerdo sobre lo fundamental. Que de una vez por todas se defina el límite entre legalidad e ilegalidad, cuales son los estímulos y los castigos, cuales son las bases de la construcción de un nuevo país. Una estrategia clara, de largo aliento, eficiente y concreta, que permita reducir la pobreza extrema a través de programas sociales, no convencionales ni subsidiados, sino bajo un marco de cooperación y trabajo, de manera que cada vez logremos un índice de Gini más favorable para el país. El hacer un Estado fuerte, sólido y aliado de cada ciudadano, permitirá que la ilegalidad poco a poco se vea más arrinconada y tenga que terminar por dimitir en sus intenciones. El gran logró será el quitarle la conexión de bienestar entre la ilegalidad y los ciudadanos.

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