Por: Cecilia López
Se inicia así otra etapa en la vida del país y la pregunta que muchos se hacen es: ¿cómo es él? Es posible que esta incertidumbre no nazca de ignorar cómo es personalmente el nuevo Presidente, porque todos sabemos que es joven, acaba de cumplir 42 años; es amable, simpático e inteligente; tiene una bonita familia con una esposa profesional sin mucho ánimo de figuración, y unos hijos pequeños que generan simpatía. Por ello, es posible que esta pregunta se refiera mucho más a cómo va a ser su gobierno, ahora que durará solo cuatro años el período presidencial. Ahora que por el bien del país se acabó la reelección.
Pero sobre el norte de este nuevo gobierno, las preocupaciones que muchos tuvieron durante la campaña lejos de resolverse se han agudizado. La mayor duda que surge es sobre el papel que jugará en esa administración el expresidente Uribe. Los últimos acontecimientos demuestran que lejos de irse a cuidar sus nietos su intervención será permanente, porque dejar el poder no es una de sus virtudes. Por el contrario, lo que caracteriza al ilustre senador es marcar su sello muy particular en todo el país, por encima de los poderes que le da su estatus político como senador de la República de Colombia.
Es obvio que la mitad de este país comparte sus ideas, su forma de ver esta sociedad y también él coincide con sectores dueños de la tierra y del capital en su visión sobre el papel del Estado y del sector privado. Sin embargo, también es cierto que la otra mitad de los colombianos hubiesen preferido otras alternativas para manejar este país. Esta es hoy una sociedad divida con una segmentación política que se ha profundizado con las últimas actuaciones del expresidente Uribe, jefe supremo del actual presidente electo.
Además, se deben agregar elementos que han parecido claros después de la elección presidencial. Mucha injerencia del sector privado con unas demandas que muchos han considerado desproporcionadas y, a su vez, poco diálogo con sectores sociales llenos de problemas. Se ha llegado a especular que hay señales de que la próxima administración termine en un gobierno corporativista. Es decir, uno en el cual un grupo o sector profesional defienda a toda costa sus intereses y derechos de grupo que ignora la justicia y el daño a terceros. Para una sociedad como la colombiana, donde el poder en todas sus dimensiones ha estado siempre concentrado en unos pocos, este obviamente no sería el gobierno deseable. Lo positivo es que el nuevo presidente se está rodeando de personas preparadas, sin mucha injerencia de esos políticos perversos que el país rechaza. Por ello, lo mejor es abrir un compás de espera para tratar de identificar cuál será la línea predominante de la administración Duque para poder responder con elementos de juicio a la pregunta: ¿cómo es él? Y la pregunta a su gobierno más que a la persona del Presidente Duque.