En Colombia, particularmente, a pesar de todas sus problemáticas, sus disfuncionalidades, de ser un país caótico, para mal o para bien, esa independencia ha funcionado de una manera relativamente sobresaliente.
Ha tenido que soportar en varios momentos de su vida democrática embates por parte de distintos actores que han sido nocivos para la sociedad colombiana.
La corrupción, el narcotráfico, el terrorismo y también la politiquería, y por ello es que siempre Colombia tiene que preservar con todo lo que sea necesario y hasta donde sea necesario esa independencia, esa separación de poderes de la justicia, del ejecutivo, del legislativo y de su Banco Central.
Por lo general, “y está comprobado», los políticos toman, lamentablemente, en la mayoría de casos, y así lo hemos visto en Colombia, decisiones con connotaciones políticas.
Y, por lo general, esas decisiones políticas corresponden a unos intereses que no son propiamente colectivos, generales de la sociedad, sino unos intereses muy particulares que en muchas ocasiones buscan cuidar el ego, la vanidad, la imagen del gobernante de turno.
Así como propender por políticas demagógicas y populistas por decir lo que la gente quiere escuchar y no lo que realmente se necesita decir, y por eso es que la economía, como nervio fundamental de un país, tiene que estar blindada ante ese escenario por una razón sencilla y elemental, y es que, si la economía se va al carajo, se van todos al tarro y ahí no habrá excusa que valga.
Quizás uno de los pocos logros que tuvo la Constitución de 1991 fue la creación del Banco Central del Banco de la República y la independencia que le confirió a este para el manejo de la política monetaria.
Entonces, hay que decir que, aunque este medio de comunicación en varias ocasiones le ha cuestionado a la Junta del Banco de la República su tardanza en distintos momentos de los recientes años de la economía del país, y su tardanza porque nos entendemos en que llegó tarde al inicio de la pandemia con sus decisiones y llegó tarde al final de la pandemia con sus decisiones.
Pero más allá de eso, ahora en la situación del país como está, es ineludible desde los sectores técnicos y objetivos del país defender la labor que el banco está haciendo en estos momentos.
Primero, porque por más que un ternado del presidente para la junta del banco le deba ese favor, le deba esa designación. Ese ternado tiene que obedecer únicamente a los intereses del país, a los intereses de los colombianos y al interés de cumplir la única función que tiene el Banco Central, que es cuidar la inflación.
Y como es un único objetivo, tienen que hacerlo bien. Sobre todo, después de los periodos inflacionarios que hemos tenido.
Por muchas razones, hoy Colombia no tiene la mejor situación económica. Y la detallamos a menudo en nuestro medio de comunicación.
La tasa de cambio sigue siendo alta; si bien la inflación ha dado cierta tregua, sigue siendo alta. Está proyectada para que este año cierre por fuera del rango meta que tiene el Banco de la República. Las coyunturas externas mundiales tampoco favorecen mucho al panorama actual de la economía colombiana.
Y el bajo crecimiento del país, la incertidumbre e inseguridad jurídica, física y económica que persiste en la nación, siguen siendo elementos nocivos que no le permiten al banco tomar decisiones lo suficientemente atrevidas como las que hiciera el gobierno de Gustavo Petro.
Nosotros compartimos con el gobierno que efectivamente las tasas de interés están muy altas, el dinero está muy caro y el país está sufriendo por eso, pero es que es más caro el impuesto de la inflación, que es lo que se viene viviendo en Colombia año tras año.
Entonces, el gobierno tiene que, por su parte, más pronto que tarde, tomar las decisiones correctas y hacer lo correcto para darle garantías al banco y darle un terreno al banco lo suficientemente fértil y confiable como para que el banco pueda bajar las tasas.
El gobierno debería empezar por hacer su trabajo y luego dejar que el banco haga su trabajo.
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